DE LAS TINIEBLAS A LA LUZ
Lee 1 Pedro 2:9 y 10. ¿En qué sentido se manifiesta el Gran Conflicto en estos dos versículos?
Estos versículos vienen de Éxodo 19:6: “un reino de sacerdotes, y gente santa”, y Deuteronomio 7:6 (repetido en Deut. 14:2): “un pueblo santo”, “escogido para serle un pueblo especial”, y “un pueblo único”. Esta certeza fue dada durante el Éxodo, cuando el pueblo de Dios estaba siendo liberado de la esclavitud y en camino a la Tierra Prometida. Pedro ve un paralelo entre el pueblo de Dios durante el Éxodo y la iglesia en sus días.
De este modo, las palabras de Pedro no son una descripción del producto final sino, más bien, de una obra en progreso. Hemos sido elegidos por él y hemos de alabar públicamente a Dios por sacarnos de la oscuridad con que Satanás ha envuelto al mundo. Pero eso no nos hace perfectos, ni significa que hayamos llegado a la perfección (ver Fil. 3:12). Por el contrario, al seguir a Jesús, nos damos cuenta de nuestras propias faltas y pecaminosidad, y sentimos la necesidad de su justicia en nuestra propia vida.
“Así es como cada pecador puede venir a Cristo. ‘Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia’ (Tito 3:5). Cuando Satanás nos dice que somos pecadores y que no podemos esperar recibir la bendición de Dios, digámosle que Cristo vino al mundo para salvar a los pecadores. No tenemos nada que nos recomiende a Dios; pero la súplica que podemos presentar ahora y siempre es la que se basa en nuestra falta absoluta de fuerza, la cual hace de su poder redentor una necesidad. Renunciando a toda dependencia de nosotros mismos, podemos mirar la cruz del Calvario y decir: ‘Ningún otro asilo hay, indefenso acudo a ti’ ” (DTG 283, 284).
Una manera segura de saber que hemos sido llamados “de las tinieblas a su luz admirable” (1 Ped. 2:9) es nuestra percepción de cuán dependientes somos de Cristo, “el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Cor. 1:30).
¿Qué pasa por tu mente cuando te sientes abrumado y desanimado por tus acciones, y aun por tu propio carácter? ¿Qué haces cuando te inundan esos pensamientos? ¿De qué modo puedes transformar esos momentos para obtener alguna ventaja espiritual?