“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo” (Apoc. 3:20).

LA IGLESIA DE ÉFESO

domingo 13 marzo, 2016

En Apocalipsis 2:1, se presenta a Jesús como sosteniendo siete estrellas en la mano y caminando entre candeleros, mientras se dirige a la iglesia de Éfeso. Estos símbolos apuntan a realidades importantes. Los candeleros son las iglesias y las siete lámparas son ángeles que guardan a las iglesias (Apoc. 1:20). En otras palabras, hay una estrecha conexión entre las iglesias y el Trono de Dios en el cielo. Las iglesias tienen una parte vital que desempeñar en el Gran Conflicto.

Lee Apocalipsis 2:1 al 7. ¿De qué maneras se desarrolla el Gran Conflicto en estos textos?

El mensaje a Éfeso comienza con una descripción de su carácter. Jesús está plenamente consciente de sus fortalezas y sus debilidades. La felicita por sus actividades, su paciente perseverancia y su intolerancia frente a los falsos maestros que hay en su medio (Apoc. 2:2, 3, 6), una clara advertencia de que no deben tolerarse falsas doctrinas en la iglesia.

Parece que la iglesia en Éfeso, originalmente alistada por Dios para luchar contra la oscuridad, sufrió un contraataque de Satanás. Vino en la forma de apóstoles falsos, seguidores de Nicolás, tal vez uno de los siete diáconos originales (Hech. 6:5), pero que había formado un movimiento separatista. Cualquiera que haya sido su herejía, Jesús la aborrecía (Apoc. 2:6). El problema con la iglesia de Éfeso fue que había dejado su “primer amor” (Apoc. 2:4). Esto es muy similar al lenguaje de los profetas del Antiguo Testamento que compararon la apostasía de Israel con una persona que persigue a amantes ilícitos (p. ej., Ose. 2:13).

La situación puede parecer desesperada, pero Jesús se especializa en resolver situaciones sin esperanza. Él anima a su pueblo en Éfeso a recordar de dónde ha caído y a volver a lo que hacía al principio (Apoc. 2:5). Este no es un llamado a considerar “los buenos tiempos de antes”; más bien es usar la experiencia pasada para guiarlos al futuro.

“Que has dejado tu primer amor” (Apoc. 2:4). ¿Por qué es tan fácil hacer esto? ¿Qué nos ocurre, ya sea individualmente o como iglesia, que hace que nuestro amor a Dios se enfríe? ¿De qué manera podemos mantener una pasión por Dios y su verdad ardiendo en nosotros año tras año?

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