“Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apoc. 21:4).

SATANÁS ATADO

domingo 20 marzo, 2016

Lee Apocalipsis 20:1 al 3. ¿Qué se describe aquí y qué esperanza nos ofrece?

Atar o ser atado se usa de muchas maneras en la Biblia. En el nivel más sencillo, se aplica a un prisionero. Jesús soltó a muchos que habían sido atados por Satanás. Además, el acto de desatar se usa para describir el poder sobre el mal que Dios da a la iglesia, haciéndolo un símbolo de juicio.

Cuando se captura a un criminal peligroso, es necesario atarlo. Sin embargo, cuando en la Biblia se ata a la gente, muchas veces no son criminales. Juan el Bautista fue puesto en cadenas porque denunció los males morales del rey (Mat. 14:3, 4). Jesús fue atado en el Jardín (Juan 18:12), en su juicio (vers. 24) y en su muerte (Juan 19:40). Pablo (Hech. 21:33) y Pedro (Hech. 12:6) también fueron atados.

Jesús pasó tiempo con gente a quienes Satanás había atado. Hubo un endemoniado atado por demonios, pero quedaron cadenas rotas en sus muñecas y sus tobillos (Mar. 5:3, 4). Antes de que Jesús lo liberara, nadie podía refrenar el mal. Jesús se encontró con una mujer encorvada y la liberó (Luc. 13:11, 12, 16). También liberó a Lázaro de la tumba (Juan 11:43, 44). Luego, estuvo Barrabás, quien fue liberado por pedido de la turba, de modo que Jesús, y no él, fuera crucificado (Mar. 15:7-15). En todos estos casos, vemos a Satanás tratando de mantener prisionera a la gente con aflicciones, o atar a los inocentes permitiendo que el mal florezca. Sin embargo, Jesús rompe los lazos de la muerte a fin de traer liberación a un mundo aprisionado por Satanás. Al fin, este será atado y arrojado a las tinieblas de afuera (Apoc. 20:1-3).

Además, Jesús dio poder a sus seguidores para liberar lo que Satanás ató. Les aseguró que Satanás (“el hombre fuerte”) podía ser atado y su casa saqueada (Mat. 12:26-29). Es decir, Satanás no tiene poder contra Cristo y sus seguidores, porque el Señor liberó a su pueblo de los lazos de Satanás.

Como observó Pablo, “la palabra de Dios no está encadenada” (2 Tim. 2:9, NVI). Es el medio por el cual Jesús silenció a Satanás (Mat. 4:4, 7, 10), y nosotros podemos usar el mismo poder para resistirlo.

¿Qué promesas puedes reclamar que te liberarán de cualquier cadena con la que el diablo procure atarte?

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