EL CUIDADO DE LA TIERRA
“Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase” (Gén. 2:15). ¿Qué principios, si los hubiere, podemos obtener de este texto, que deberían influir en el modo en que cuidamos nuestro planeta?
Antes del pecado, Adán y Eva tenían la mayordomía delegada sobre todo lo creado, y gobernaban la vida vegetal y animal. Pero, después del pecado, toda la naturaleza pareció rebelarse contra ellos tal como ellos se habían rebelado contra Dios. Los humanos se vieron impotentes frente a los elementos (clima, agricultura, animales).
“Adán había sido rey de los seres inferiores y, mientras permaneció fiel a Dios, toda la naturaleza reconoció su gobierno; pero, cuando pecó, perdió su derecho al dominio. El espíritu de rebelión, al cual él mismo había dado entrada, se extendió a toda la creación animal. De ese modo, no solo la vida del hombre, sino la naturaleza de las bestias, los árboles del bosque, el pasto del campo, hasta el aire que respiraba, hablaban de la triste lección del conocimiento del mal” (Ed 26, 27).
Hoy sufrimos los estragos de los desastres naturales de nuestro ecosistema deteriorado, y hacemos grandes esfuerzos para usar la tecnología y la industria con el fin de protegernos. Sin embargo, mucha de esa misma tecnología daña nuestro planeta. La ecología es un tema moral, ético y teológico, ya que la explotación de la Tierra puede conducir a grandes penurias para otros.
“Los adventistas abogan por un estilo de vida sencillo y sano, en el que la gente no entra en la rutina del consumo sin límites, la acumulación de bienes y la producción de basura. Se necesita una reforma en el estilo de vida, basada en el respeto por la naturaleza, la restricción del uso de los recursos humanos, la evaluación renovada de las necesidades personales y la reafirmación de la dignidad de la vida creada”.−“Declaración o cial de los adventistas del séptimo día sobre la mayordomía del medioambiente”, 1996.
¿De qué forma llegamos a un equilibrio correcto, siendo buenos mayordomos de la Tierra y, al mismo tiempo, evitando el peligro de convertir la Tierra y el medioambiente en dioses, a quienes muchos casi adoran? ¿Qué advertencia podría tener para nosotros Romanos 1:25?