PROMESAS DE JUBILEO
El Antiguo Testamento está lleno del concepto de que aquellos que han sido bendecidos en lo material y en lo espiritual deben alcanzar a los que no fueron tan bendecidos.
Lee Isaías 61:1 al 11. ¿Qué le indica Dios a su pueblo aquí, y cómo podemos aplicar esto a nosotros mismos y al llamado que el Señor nos ha hecho? Ver también Luc. 4:18.
Isaías 61 comienza con una declaración de que el Espíritu de Dios obra por medio del Ungido para predicar buenas noticias a los pobres, vendar a los quebrantados, proclamar la libertad a los cautivos, y a los prisioneros liberar de la oscuridad y la desesperanza (Isa. 61:1). Todos los elementos de esta promesa tienen su cumplimiento en el “año de la buena voluntad de Jehová”. Esto es una referencia al año del jubileo, que, como ya vimos, estaba lleno de implicaciones para ministrar a los pobres.
De este modo, los enlutados que son consolados, los afligidos en Sion que son atendidos y los que reciben “gloria en lugar de ceniza”, “óleo de gozo en lugar de luto” y “manto de alegría en lugar del espíritu angustiado” (Isa. 61:3) son los mismos que reedificarán las ruinas antiguas y restaurarán los lugares devastados por tanto tiempo. Los que son bendecidos por el jubileo mesiánico llegarán a ser transformadores de la sociedad y renovadores de las ciudades arrasadas (Isa. 61:4). Los siervos de Dios serán llamados sacerdotes y ministros, y serán sostenidos por la riqueza de las naciones de los alrededores (Isa. 61:5, 6).
Las imágenes del Ungido de Jehová transformando a los pueblos de alrededor por medio de la prosperidad de los que están en pacto con él (Isa. 61:8, 9) se aplican a quienes han sido llamados, en los días actuales, a ser sacerdotes y ministros en las comunidades alrededor del mundo. ¿No debería sentirse la misma influencia transformadora de esta profecía cuando nos deleitamos grandemente en el Señor, nos regocijamos en nuestro Dios, y estamos vestidos con vestiduras de salvación y justicia en medio de nuestra comunidad (Isa. 61:10, 11)?
Lee Isaías 61:9. ¡Qué testimonio poderoso de lo que Dios podría hacer con su pueblo! ¿Podría decirse lo mismo acerca de nosotros hoy? ¿Por qué sí o por qué no?