“Se acercaban a Jesús todos los publicanos y pecadores para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come” (Luc. 15:1, 2)

EN MEDIO DE UNA GENERACIÓN PERVERSA

jueves 4 de agosto, 2016

No hay dudas, el mundo necesita lo que Cristo nos ha dado. No hay nada en nosotros que sea importante. Solo por lo que hemos recibido de Cristo podemos alcanzar a otros. Y, porque hemos recibido tanto, se nos llama a extenderlo a quienes no lo tienen. “Lo que ustedes recibieron gratis, denlo gratuitamente” (Mat. 10:8, NVI).

Lee Filipenses 2:13 al 15. ¿Qué se nos enseña aquí, y de qué forma podemos extendernos a otros sin apartarnos nosotros mismos?

Debemos ser cuidadosos de que, al procurar protegernos tanto del mundo, dejemos de ponernos en contacto con las almas que hay en él. Es muy fácil mantener nuestra propia zona de comodidad espiritual y teológica, y llegar a ser introvertidos espirituales. Esta introversión puede transformarse en una religión centrada en uno mismo. ¿Cuán a menudo las iglesias locales, por ejemplo, gastan más energía discutiendo acerca de estilos de adoración o acerca de doctrinas que la que invierten en alcanzar a un mundo moribundo?

Roberto Linthicum, en su libro Empowering the Poor [Haciendo poderosos a los pobres] describe tres clases de iglesias:

1) La iglesia en la ciudad (o comunidad). Esta iglesia no tiene mayor contacto con la comunidad. Su énfasis es servir a las necesidades de sus feligreses. 2) La iglesia a la ciudad (comunidad). Esta iglesia sabe que tiene que realizar un ministerio a la comunidad. Adivina lo que la comunidad necesita, sin consultarla. Luego presenta programas a la comunidad. Su ministerio se arriesga a ser irrelevante, y ella no los siente propios. 3) La iglesia con la ciudad (comunidad). Esta iglesia hace un análisis demográfico para entender a quiénes servirá. Los feligreses se mezclan con los líderes y residentes de la comunidad, preguntándoles cuáles son sus necesidades reales. Es más probable que su servicio sea relevante y bien recibido porque la comunidad ya dio su opinión, y confía en el proceso. Esta iglesia se une con ella para decidir qué clase de comunidad quieren, y se asocia con ella para lograr esa meta. Tal iglesia se involucra con las organizaciones comunitarias y añade servicios faltantes, si es posible. Ambos grupos sienten que son propietarios de los programas, y con esa asociación atienden necesidades reales (pp. 21-30).