“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mat. 23:37).

EL PRINCIPIO DE “DE TODAS FORMAS”

lunes 8 de agosto, 2016

Un leproso se acerca a Jesús y ruega ser sanado. La costumbre dice que este hombre debería estar aislado. Jesús, el Limpio, lo toca y, de todas formas, lo sana. Pedro niega a Jesús tres veces durante su juicio (Juan 18). Después de la resurrección, habiendo escudriñado el corazón de Pedro, Jesús lo restaura a su servicio de todas formas (Juan 21). La iglesia de Dios en Corinto no aprecia la autoridad y la influencia de Pablo. De todas formas, Pablo los sirve (2 Cor. 12:14, 15).

Este principio “de todos modos” o “a pesar de” es esencial para revelar el carácter de Aquel que desea su bien.

“Millones y millones de almas humanas a punto de perecer, ligadas en cadenas de ignorancia y pecado, no han oído ni siquiera hablar del amor de Cristo por ellas. Si nuestra condición y la suya fuesen invertidas, ¿qué desearíamos que ellas hiciesen por nosotros? Todo esto, en cuanto esté a nuestro alcance hacerlo, tenemos la más solemne obligación de hacerlo por ellas. La regla de vida de Cristo, por la cual cada uno de nosotros habrá de subsistir o caer en el Juicio, es: ‘Todas las cosas que quisierais que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos’ ” (DTG 595).

Esta “regla de oro” es básica para un ministerio que piensa primero en lo que es bueno para aquellos que estamos sirviendo, en vez de lo que nos beneficia a nosotros.

Lee Mateo 5:43 al 47; y Lucas 6:27 y 35, y 23:34. ¿Qué nos reveló Jesús con respecto a nuestra actitud hacia cierta clase de personas?

Jesús nos llama a mostrar amor y a ser bondadosos con las personas “a pesar del” hecho de que ellos nos odien o sean nuestros enemigos. Nota también que Jesús vincula estos actos y actitudes con el carácter mismo de Dios. “Amad, pues, a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad, no esperando de ello nada; y será vuestro galardón grande, y seréis hijos del Altísimo, porque él es benigno para con los ingratos y malos” (Luc. 9:35).

¿De qué manera debemos entender la idea de que Dios es “benigno para con los ingratos y malos”? (Por ejemplo, ¿en qué sentido esto responde la pregunta: “¿Por qué a veces los impíos prosperan?”) ¿De qué modo Romanos 2:4 entra también en este cuadro?