“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mat. 23:37).

EL AMOR NUNCA DEJA DE SER

martes 9 de agosto, 2016

De acuerdo con Jesús, los dos grandes mandamientos son amar a Dios y amar al prójimo (Luc. 10:27, 28). Cristo también mostró quiénes son nuestros prójimos (Luc. 10:29-37). Además, no hay dudas de que la vida de Jesús, del comienzo al fin, fue una expresión del puro amor de Dios, quien, en sí mismo, es amor (1 Juan 4:16). Por lo tanto, a fin de reflejar el carácter de Dios y revelar a otros la realidad de quién y cómo es Dios, tenemos que amar.

Mirando esto desde otro ángulo, vemos que una de las mayores “excusas” que la gente ha usado para rechazar a Jesús, y el cristianismo como un todo, ha sido por causa de los cristianos profesos mismos.

¿Cuáles son algunos ejemplos que puedes encontrar en la historia, o incluso hoy, del modo en que los “cristianos”, o quienes se llaman “cristianos” a sí mismos, han hecho cosas terribles, a veces aun en el nombre de Jesús? La Biblia nos advierte de esto (ver Dan. 7:24, 25; Rom. 2:24).

No es extraño que muchas personas, a lo largo de los siglos e incluso hoy, se hayan apartado del cristianismo como un todo. Por eso, el imperativo de revelar a Cristo a otros por medio de nuestras propias vidas debería ser más fuerte que nunca. Y nada puede hacer que esto sea más poderoso que la clase de amor expresado por Jesús mismo se exprese también en nuestras propias vidas.

Lee 1 Corintios 13. El amor, según Pablo, ¿qué es y qué no es? ¿Qué hace y qué no hace? En pocas palabras, ¿de qué forma debe expresarse el amor en nuestras vidas como cristianos y de qué manera, con el amor, debemos ser testigos en nuestra comunidad? Más importante todavía, ¿qué cambios necesitamos hacer para revelar esta clase de amor?