“¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!” (Mat. 23:37).

Conclusión

viernes 12 de agosto, 2016

PARA ESTUDIAR Y MEDITAR: Lee “Nuestro Ejemplo”, El ministerio de curación, pp. 11-18; “Una cosa te falta”, El Deseado de todas las gentes, pp. 477-481; y “Una vida sociable”, Meditaciones matinales 1953, pp. 192-194, 198-200 y 202-204.

Para alcanzar a todas las clases, debemos buscar a los hombres donde están, pues raro será que ellos nos busquen. No solamente desde el púlpito se transmite la verdad divina al corazón de hombres y mujeres. Cristo despertaba el interés de la gente yendo entre ella como uno que deseaba su bien. Él los buscaba en donde estaban trabajando, y manifestaba sincero interés en sus negocios temporales” (MeM 192). Es muy cierto que hoy hay pocas personas que “nos busquen por su propia voluntad”. Así como Jesús descendió y nos alcanzó donde estábamos, debemos hacer lo mismo por otros, y esto no debería ser muy difícil. Afuera hay muchas personas con necesidades. En el mundo hay muchas personas heridas y quebrantadas, quienes anhelan que alguien las escuche, alguien con quien hablar, alguien que se preocupe por ellas. Y, por supuesto, también deberíamos poder darles la ayuda física que necesitan. No seamos culpables de lo que advirtió Santiago: tener fe, pero no tener obras que la revelen. Él expresó esa advertencia, no en el contexto de la alimentación, la vestimenta o la conducta personal, sino en el contexto de ayudar a los necesitados. (Ver Sant. 2:14-17.) Cualquiera puede decir que tiene fe, pero es la manera en que atendemos al “prójimo” lo que muestra la verdadera medida de nuestra fe.

PREGUNTAS PARA DIALOGAR:

  1. Lee Santiago 2:14 al 17. ¿De qué forma puedes ayudar a tu iglesia para que no sea culpable de lo que Santiago menciona aquí?
  2. Piensa en algunas personas de la Biblia que prestaron un servicio abnegado. Por ejemplo: “Había entonces en Jope una discípula llamada Tabita [...]. Esta abundaba en buenas obras y en limosnas que hacía” (Hech. 9:36). ¿Qué estás haciendo en la “Jope” de tu iglesia?
  3. Es fácil hacer cosas buenas cuando te alaban, y felicitan y te ponen como ejemplo de “buenas obras”. Sin embargo, ¿qué sucede cuando haces para otros cosas que nadie conoce y que a nadie le interesa (fuera de la persona a quien ayudas)?
  4. Alguien le preguntó a un cristiano: “¿Cuál es el propósito de tu vida?” Él respondió: “Dar, y no pedir nada como recompensa”. ¿Cuán bien sintetiza esta respuesta la actitud que, como cristianos, deberíamos tener?