¿CÓMO PUEDO AYUDARTE?
Lee Marcos 10:46 al 52; y Juan 5:1 al 9. En ambos casos, Jesús hizo preguntas. ¿Por qué haría eso?
Nota que, en ambos casos, Jesús preguntó qué deseaban, aun cuando era obvio lo que querían. Y, aun si no hubiera sido así, de todos modos Jesús habría sabido cuáles eran esas necesidades.
Sin embargo, al hacer esas preguntas, Jesús les mostró respeto a los hombres. Mostró que él los escuchaba y, por lo tanto, que se interesaba en aquello con lo cual luchaban. En muchos casos la gente, tal vez más que ninguna otra cosa, sencillamente solo quiere alguien con quien hablar, alguien que los escuche, porque a veces poder hablar acerca de sus luchas puede ayudar a la persona a sentirse mejor.
Considera por un momento cómo te sentirías si entraras al consultorio de un médico, y el médico te diera una mirada, escribiera una receta y te despidiera. Seguramente, tendrías dudas de si esta persona sabe lo que necesitas. Podrías decir: “El médico ni me preguntó cómo me sentía, ni escuchó los latidos de mi corazón, o me tomó la presión o...” Una de las reglas básicas de la práctica médica es “Diagnostica antes de tratar”.
El mismo concepto se aplica a la obra médico-misionera, que se concentra en el bienestar de la gente y en atender sus necesidades holísticas. Demasiadas iglesias creen que ya saben, o que adivinan en qué necesidades deben servir a otros en su comunidad. Cuando hacemos el esfuerzo de hablar con la gente acerca de sus necesidades o las necesidades de la comunidad, sienten que nos preocupamos por ellos, y nos informan de qué modo podemos servir de una manera que sea apreciada. Además, estaremos haciendo amigos nuevos.
“Recordad que podéis derribar la más grande oposición al mostrar un interés personal en aquellos con quienes os encontráis. Cristo demostró un interés personal en los hombres y las mujeres mientras vivió en esta Tierra. Doquiera iba, era un médico misionero. Hemos de ir por doquiera haciendo el bien como él hizo. Se nos ha enseñado a dar de comer al hambriento, vestir al desnudo y consolar al triste” (MB 169).
La mayoría de nosotros no tenemos problemas en expresar nuestras opiniones. ¿De qué forma podemos aprender a ser mejores oyentes?