“Mas al extraño no seguirán, sino huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños” (Juan 10:5).

EL PEDIDO

miércoles 07 septiembre, 2016

Jesús y sus discípulos sanaban a la gente, y entonces dirigían sus mentes a las verdades eternas. (Ver Elena de White, El ministerio de curación, p. 13.) Mark Finley nos recuerda que no presentar a Dios a la gente es una “mala práctica” espiritual. El método de evangelismo de Jesús era tocar a la gente en los puntos de mayor necesidad. Esto es obra médico-misionera. Cristo no se conformaba solo con sanarlos físicamente y nada más. La meta es la vida eterna en Jesús. La obra médico-misionera puede no comenzar con pedir a quienes conocemos que sigan a Jesús, pero debe llegar allí finalmente. Por amor a la gente, anhelaremos ofrecerles todo lo que Jesús ofrece.

Pero, podrás decir: “Me ocuparé en la primera parte del método de Jesús, pero no hago la parte de ‘Sígueme’. Ese no es mi don”. Si haces la primera parte, te puedes sorprender al compartir automáticamente a Jesús, pues será tan natural, porque hiciste el “trabajo previo” en los corazones.

Al llegar a conocer mejor a la gente a la que sirves, mantente alerta por oportunidades de hablar acerca de la fe y acerca de lo que el Señor significa para ti. Busca oportunidades de presentar temas espirituales. Pregunta a tus nuevos amigos acerca de su familia, su ocupación y su religión, y esto abre el camino para compartir tu testimonio personal.

En realidad, los testimonios personales pueden ser la manera más poderosa de testificar, porque también pueden ser los menos amenazadores. Tú no estás predicando abiertamente; sencillamente estás contando una historia, y todos tenemos nuestra historia personal acerca de lo que Jesús ha hecho en nuestras vidas.

Lee Hechos 26:11 al 27, donde el apóstol Pablo cuenta su testimonio personal al rey Agripa. ¿Qué podemos aprender de esto, al procurar testificar a otros acerca de Jesús?

Nota las diversas etapas. Pablo contó acerca de cómo era antes de conocer al Señor; luego, relató su experiencia de conversión; y después, lo que había estado haciendo en su vida desde entonces. Finalmente, hizo una apelación.

Aunque nuestras historias no sean tan dramáticas como la de Pablo, ¿cuál es tu propia historia con Jesús y de qué manera puedes aprender a compartirla con otros cuando el momento sea oportuno?

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