TERMINÓ LA ESPERA
Hace muchos años, el autor inglés Charles Dickens escribió un libro titulado A Tale of Two Cities [Una historia de dos ciudades]. Estas ciudades eran Londres y París. En un sentido, se podría decir que la Biblia también es una historia de dos ciudades. En este caso, las dos ciudades son Babilonia y Jerusalén.
En Apocalipsis capítulo 18, y 14:8, el apóstol Juan describe a Babilonia. Ella ha sido el hogar de demonios y la guarida de malos espíritus. Ha hecho que todas las naciones cometan adulterio espiritual. Su destino ha sido pronunciado y ha sido declarada “caída”. Esta ciudad, un símbolo del mal, de apostasía y de rebelión contra Dios, un día será derrotada y destruida.
Lee Apocalipsis 21:1 al 4. ¿De qué forma se contrasta Jerusalén con Babilonia?
La segunda ciudad es la Santa Ciudad, la Nueva Jerusalén, descrita en Apocalipsis 21 y 22. Esta ciudad alberga a todos los que eligieron al Novio, y rechazaron el egoísmo y el adulterio espiritual de Satanás y sus seguidores. Por la gracia de Dios, los redimidos han obedecido sus mandamientos y reflejaron la fe de Jesús (Apoc. 14:12). Su paciente perseverancia y su ansiedad por abrazar el ministerio de Jesús les dieron un sabor del Reino de los cielos aquí en la Tierra. Han sido salvados por la fe en Jesús; solo la justicia de Jesús los hizo dignos del cielo. Su cuidado por “los más pequeños” (Mat. 25:40) fue la manifestación exterior de esa fe.
Por la sangre del Cordero (Apoc. 5), la iglesia ha pasado de la restauración compasiva a la celebración jubilosa (ver Apoc. 5:13, 14). En esa Ciudad Santa “enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apoc. 21:4). Ha ocurrido la restauración plena de la imagen de Dios, mental, espiritual y físicamente. El Gran Conflicto ha concluido, y “desde el átomo más imperceptible hasta el mundo más vasto, todas las cosas animadas e inanimadas declaran, en su belleza sin mácula y en júbilo perfecto, que Dios es amor” (CS 737).
Lee Apocalipsis 22:21. ¿En qué sentido este versículo, el último de la Biblia, capta la esencia de todo lo que creemos?