“En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo” (Isa. 6:1).

SANTO, SANTO, SANTO (ISA. 6:1–4)

lunes 4 de enero, 2021

SANTO, SANTO, SANTO (ISA. 6:1–4)

Observa lo que sucede aquí en los primeros cuatro versículos de Isaías 6. El rey muere durante una gran agitación política (los asirios están en pie de guerra). Para Isaías, es posible que haya sido un momento terrible porque no estaba seguro de quién tenía el control.

Y entonces, ¿qué ocurre? Al ser llevado en visión, Isaías contempló la gloria resplandeciente de Dios en su Trono; escuchó la antífona de brillantes serafines (“encendidos”) que exclamaban las palabras “santo, santo, santo”; sintió el consiguiente temblor sísmico del suelo debajo él; y miró a través del remolino de humo que llenaba el Templo. Debió haber sido una experiencia deslumbrante para el profeta. Por supuesto, Isaías sabía ahora quién tenía el control, a pesar de los acontecimientos externos.

¿Dónde está el Señor en esta visión? (Ver Isa. 6:1.) ¿Por qué el Señor se le presentó a Isaías aquí, en vez de en cualquier otro lugar? Ver Éxodo 25:8; 40:34-38.

Ezequiel, Daniel y Juan estaban en el exilio cuando recibieron sus visiones en Ezequiel 1, Daniel 7:9 y 10 y Apocalipsis 4 y 5. Al igual que Isaías, necesitaban consuelo especial y el aliento de saber que Dios todavía estaba al mando, a pesar de que su mundo se estaba desmoronando. (Daniel y Ezequiel eran cautivos en una nación pagana que había destruido la suya, y un poder político hostil había exiliado a Juan en una isla solitaria.) Sin duda, estas visiones ayudaron a darles lo que necesitaban para mantenerse fieles, incluso durante una situación de crisis.

“Mientras Isaías contemplaba esta revelación de la gloria y la majestad de su Señor, se quedó abrumado por un sentido de la pureza y la santidad de Dios. ¡Cuán agudo contraste notaba entre la incomparable perfección de su Creador y la conducta pecaminosa de aquellos que, juntamente con él mismo, se habían contado durante mucho tiempo entre el pueblo escogido de Israel y Judá!” (PR 228). La santidad trascendente de Dios, enfatizada en la visión de Isaías, es un aspecto básico de su mensaje. Dios es un Dios santo, y exige santidad a su pueblo; una santidad que le dará solo si se arrepiente, se aparta de sus malos caminos y se somete a él con fe y obediencia.

Todos hemos estado en situaciones desalentadoras, en las que, desde afuera, todo parecía perdido. E incluso si no tuviste una visión de la “gloria de Jehová”, como Isaías aquí, describe las formas en que el Señor pudo sostenerte, y a tu fe, durante esta crisis. ¿Qué has aprendido de estas experiencias que podrías compartir con los demás?