“He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación” (Isa. 25:9).
JUGAR A SER DIOS
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Isaías 13; 13:2–22; 14; 24–27.
“Después de que un pastor predicó un sermón penetrante sobre el orgullo, una mujer que lo había escuchado lo esperó y le dijo que estaba muy angustiada y que le gustaría confesar un gran pecado. El pastor le preguntó cuál era el pecado.
“–El pecado del orgullo, porque hace unos días me senté frente al espejo admirando mi belleza –respondió ella.
“–Ah –respondió el pastor–, eso no fue un pecado de orgullo, ¡fue un pecado de imaginación!” (C. E. Macartney, compilado por Paul Lee Tan, p. 1.100).
Desde que el pecado nació en el corazón de un ángel poderoso, el orgullo no ha respetado los límites de la realidad (ni en los ángeles ni en la gente). Los peores casos de este problema se ven en quienes albergan orgullo espiritual, un rasgo bastante lamentable en seres tan corrompidos que su salvación solo se halla en las obras que otro realiza en favor de ellos.
Esta semana, entre otras cosas, analizaremos el origen del orgullo y la altivez, los dos verdaderos pecados originales.