“Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra” (Éxo. 19:5).
EL PACTO CON NOÉ
“Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos, tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo” (Gén. 6:18).
En el versículo anterior, aparece la palabra pacto por primera vez en la Biblia, y en este contexto Dios acaba de contarle a Noé su decisión de destruir la Tierra debido a la propagación masiva y continua del pecado. Aunque esta destrucción vendrá como un diluvio mundial, Dios no abandona el mundo que creó. Él sigue ofreciendo la relación del pacto puesta en marcha después de la Caída. El “Yo” divino que ofrece el pacto es también el fundamento de la seguridad de Noé. Como un Dios que honra sus pactos, el Señor prometió proteger a los miembros de la familia que estuvieran dispuestos a vivir en una relación de compromiso con él que resultara en obediencia.
El pacto con Noé ¿era unilateral? Recuerda que la idea de un pacto implica más de una parte. ¿Tenía Noé que cumplir con su parte del trato? ¿Qué lección queda para nosotros en la respuesta a estas preguntas?
Dios dice a Noé que habrá un diluvio y que el mundo será destruido. Pero Dios hace un trato con él, en el que promete salvar a Noé y a su familia. Por lo tanto, había mucho en juego, porque si Dios no cumplía su parte de la promesa, sin importar lo que hiciera Noé, este habría sido aniquilado con el resto del mundo.
Dios aseguró que haría un “pacto” con Noé. La palabra en sí implica la intención de honrar lo que dices que harás. No es simplemente una declaración caprichosa; la misma palabra está cargada de compromiso. Supongamos que el Señor hubiera dicho a Noé: “Mira, el mundo va a terminar en un diluvio terrible, y yo podría salvarte… o no. Mientras tanto, haz esto, esto y esto, y luego veremos qué sucede. Pero no te doy ninguna garantía”. Esas declaraciones difícilmente responden al tipo de seguridad y promesa que se encuentra en la palabra pacto.
Algunos han argumentado que el diluvio de Noé no fue mundial, sino simplemente un diluvio local. Si es así, entonces, en el contexto de lo que Dios promete en Génesis 9:15 (ver también Isa. 54:9), cada vez que hubiese otra inundación local (y, al parecer, ocurre todo el tiempo), la promesa del pacto de Dios se rompe. En contraste, el hecho de que no haya habido otro diluvio mundial prueba la validez de la promesa del pacto de Dios. En resumen, ¿qué nos dice esto acerca de cómo podemos confiar en sus promesas?