“Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová” (Gén. 6:8).
EL PACTO CON NOÉ
“Mas estableceré mi pacto contigo, y entrarás en el arca tú, tus hijos, tu mujer, y las mujeres de tus hijos contigo” (Gén. 6:18).
En este versículo tenemos los fundamentos del Pacto bíblico que Dios hace con la humanidad: Dios y la humanidad concertan un acuerdo. Muy simple.
Sin embargo, hay más elementos de los que se ven a simple vista. Por empezar, está el elemento de la obediencia por parte de la humanidad. Dios dice a Noé que él y su familia entrarán en el arca. Tienen su parte que hacer, y si no la cumplen, el pacto se rompería. Si el pacto se rompe, ellos serían los perdedores en última instancia, porque son los beneficiarios del pacto. A fin de cuentas, si Noé le hubiese dicho que no a Dios y no hubiese querido acatar el pacto, o hubiese dicho que sí, pero luego cambiara de opinión, ¿cuáles habrían sido los resultados para él y su familia?
Dios dice que es “mi pacto”. ¿Qué nos dice esto sobre la naturaleza básica del Pacto? ¿Qué diferencia habría en nuestro concepto del Pacto si el Señor lo hubiera llamado “nuestro pacto”?
Independientemente de la particularidad de esta situación, aquí vemos la dinámica básica divino-humana que se encuentra en el Pacto. Al establecer “mi pacto” con Noé, Dios muestra nuevamente su gracia. Demuestra que está dispuesto a tomar la iniciativa para salvar a los seres humanos de los resultados de sus pecados. En resumen, este Pacto no debe verse como una especie de unión entre iguales, en la que cada “socio” del Pacto depende del otro. Podríamos decir que Dios “se beneficia” del Pacto, pero solo en un sentido radicalmente diferente del que lo hacen los seres humanos. Él se beneficia porque aquellos a quienes ama recibirán la vida eterna, una satisfacción no pequeña para el Señor (Isa. 53:11). Pero eso no quiere decir que él se beneficie de la misma manera que nos beneficiamos nosotros, que estamos en el extremo receptor del mismo Pacto.
Considera esta analogía: un hombre se cayó de un barco en medio de una tormenta. Alguien desde la cubierta dice que le arrojará un salvavidas para subirlo. Sin embargo, el que está en el agua tiene que estar de acuerdo con su parte del “trato”; es decir, asir y aferrarse a lo que se le ha proporcionado. En cierto modo, de eso se trata el Pacto entre Dios y la humanidad.
¿Cómo te ayuda esa analogía a entender el concepto de la gracia presente en el Pacto? ¿Cómo te ayuda a comprender en qué debe basarse tu relación con Dios, incluso en este momento?