“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Ped. 2:9).

EL ISRAEL ESPIRITUAL

jueves 6 de mayo, 2021

Independientemente de los errores y los defectos del antiguo Israel, el Señor no había acabado con el plan de crear un pueblo fiel para que lo sirviera. De hecho, en el Antiguo Testamento se esperaba con ansias el momento en que el Señor crearía un Israel espiritual, un cuerpo de creyentes fieles, judíos y gentiles, que continuarían la obra de predicar el evangelio al mundo.

Lee Gálatas 3:26 al 29.

1. ¿De qué promesa habla Pablo en el versículo 29?

2. ¿Cuál es el elemento clave que convierte a una persona en heredera de estas promesas? (Gál. 3:26).

3. ¿Por qué Pablo acaba con las distinciones de género, nacionalidad y estatus social?

4. ¿Qué significa ser “uno en Cristo”?

5. Lee Romanos 4:16 y 17. ¿Cómo nos ayudan estos versículos a comprender lo que dice Pablo en Gálatas 3:26 al 29?

Como hijo de Abraham, Cristo llegó a ser, en un sentido especial, heredero de las promesas del Pacto. Mediante el bautismo recibimos consanguineidad con Cristo, y por medio de él adquirimos el derecho a participar en las promesas hechas a Abraham. Por lo tanto, todo lo que Dios prometió a Abraham se encuentra en Cristo, y las promesas llegan a ser nuestras, no por nacionalidad, raza o género, sino por la gracia que Dios nos concede mediante la fe.

“La dádiva prometida a Abraham y a su simiente incluía no solo la tierra de Canaán, sino toda la Tierra. Así dice el apóstol: ‘No por la ley fue dada a Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de la fe’ (Rom. 4:13). Y la Biblia enseña claramente que las promesas hechas a Abraham han de ser cumplidas a través de Cristo. […] [Los creyentes llegan a ser] ‘herederos según la promesa’ –herederos de la ‘herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible’–, herederos de la Tierra libre de la maldición del pecado” (PP 147). Esta promesa se cumplirá literalmente cuando los santos vivan en la Tierra Nueva por los siglos de los siglos con Cristo (Dan. 7:27).