“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Ped. 2:9).
LA SIMIENTE DE ABRAHAM
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Ezequiel 16:8; Deuteronomio 28:1, 15; Jeremías 11:8; Génesis 6:5; Juan 10:27, 28; Gálatas 3:26–29; Romanos 4:16, 17.
“En un pueblito, el reloj del escaparate del joyero se detuvo un día a las nueve menos cuarto. Muchos de los ciudadanos dependían de este reloj para saber la hora. [...] Muchos llegaron tarde esa mañana porque un relojito en la vidriera del joyero se había detenido” (C. L. Paddock, God’s Minutes, p. 244, adaptado).
Qué representación precisa del fracaso del antiguo Israel. El Señor colocó a Israel “en medio de las naciones” (Eze. 5:5), en el punto estratégico entre tres continentes (África, Europa y Asia). Debían ser el “reloj” espiritual del mundo.
No obstante, Israel, al igual que el reloj del escaparate del joyero, en cierto sentido, se detuvo. Sin embargo, no fue un fracaso total; porque en aquel entonces, como hoy, Dios tenía un remanente fiel. El estudio de esta semana se centra en la identidad y el papel del verdadero Israel de Dios en cada época, incluida la nuestra.
Reseña de la semana: ¿Cuáles fueron las promesas del pacto que el Señor hizo con Israel? ¿Cuáles eran las condiciones con las que se acompañaban? ¿Cuánto éxito tuvo la nación en cumplir esas promesas? ¿Qué pasó cuando desobedecieron?