“Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones” (Deut. 7:9).
LA ELECCIÓN DE ISRAEL (DEUT. 7:7)
La tradición judía enseñaba que Dios hizo el pacto con Israel solo porque otras naciones lo rechazaron primero. Aunque no hay evidencias bíblicas para esa postura, sí ayuda a entender que el Señor eligió a la nación hebrea por alguna otra razón, pero no porque mereciera el gran honor y privilegio que el Señor le otorgó. No tenían ningún mérito propio que los hiciera dignos del amor de Dios ni de que los eligiera como pueblo suyo. Eran un grupo poco numeroso, de tribus esclavizadas, y débiles política y militarmente hablando. Además, en términos de cultura y religión, eran mixtos, insignificantes y sin mucha influencia. Por ende, la causa básica de la elección de Israel radica en el misterio del amor y la gracia de Dios.
No obstante, al mismo tiempo, debemos tener cuidado al considerar esta idea de la elección, porque está plagada de posibles malentendidos teológicos. ¿Para qué eligió Dios a Israel? ¿Para redimirlo, mientras que todos los demás fueron elegidos para el rechazo y la perdición? ¿O fueron elegidos para ser vehículos que ofrecieran al mundo lo que se les había ofrecido a ellos? ¿Cómo nos ayudan los siguientes versículos a entender las respuestas a estas preguntas? Éxodo 19:6 Isaías 56:7 Hebreos 2:9
Como adventistas del séptimo día, nos gusta considerarnos la contraparte moderna de Israel, llamados por el Señor no para ser los únicos redimidos, sino para proclamar el mensaje de redención al mundo, en el contexto del mensaje de los tres ángeles. En resumen, creemos que tenemos algo que decir que nadie más está diciendo. Básicamente, esta es la situación con el antiguo Israel también. El propósito de la elección de Israel no era convertir a la nación hebrea en un club exclusivo, que atesorara la promesa de salvación y redención para sí misma. Al contrario, si creemos que Cristo murió por toda la humanidad (Heb. 2:9), entonces la redención que el Señor ofreció a Israel también se la ofrece a todo el mundo. Se suponía que Israel era el vehículo por el que se daría a conocer esta redención. Nuestra iglesia ha sido llamada a hacer lo mismo.
Analiza tu función en la iglesia. ¿Qué puedes hacer para ayudar a promover la obra que hemos sido llamados a realizar? Recuerda, si no estás ayudando activamente, lo más probable es que, hasta cierto punto, te interpongas en el camino.