“Conoce, pues, que Jehová tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones” (Deut. 7:9).
LA LEY DENTRO DEL PACTO (DEUT. 10:12, 13)
¿Cuáles son tus primeros pensamientos cuando piensas en la ley: agentes de policía, multas de tráfico, jueces y cárcel? ¿O piensas en restricciones, reglas, padres autoritarios y castigos? ¿O quizá piensas en orden, armonía, estabilidad? ¿O, tal vez, incluso... amor?
La palabra hebrea torá, que se traduce como “ley” en nuestras Biblias, significa “enseñanza”, o “instrucción”. El término puede usarse para referirse a todas las instrucciones de Dios, ya sean morales, civiles, sociales o religiosas. Comprende todos los sabios consejos que Dios ha dado en gracia a su pueblo, con el fin de que pueda experimentar una vida abundante tanto física como espiritualmente. No es de extrañar que el salmista pudiera llamar bienaventurado al hombre para quien “en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche” (Sal. 1:2).
Al leer la Ley, o Torá –las instrucciones y las enseñanzas registradas en los libros de Moisés que se convirtieron en parte del pacto de Israel–, nos impresiona la amplia gama de instrucciones. La Ley toca todos los aspectos del estilo de vida de Israel: la agricultura, el gobierno civil, las relaciones sociales y la adoración.
¿Por qué supones que Dios le brindó tantas instrucciones a Israel? (Ver Deut. 10:13.) ¿En qué sentido estas instrucciones eran para su “bien”?
La tarea de la “Ley” dentro del Pacto era brindar pautas para la nueva vida del participante humano del Pacto. La Ley introduce al miembro del Pacto en la voluntad de Dios, a quien se llega a conocer en el sentido más pleno mediante la obediencia, que es por fe, a sus mandamientos y a otras expresiones de su voluntad.
El papel que desempeñaba la Ley dentro de la realidad viva de la relación del Pacto mostraba que Israel no podía seguir los caminos de otras naciones. No podían vivir de acuerdo con la ley natural, las necesidades ni los deseos humanos; ni siquiera de acuerdo con las necesidades sociales, políticas y económicas en sí. Podían continuar siendo la nación santa de Dios, su reino sacerdotal y su tesoro especial, solo mediante la obediencia incondicional a la voluntad revelada de Dios en todas las áreas de la vida.
Al igual que el antiguo Israel, los adventistas del séptimo día han recibido una amplia gama de consejos relacionados con cada fase de la vida cristiana, a través de una manifestación moderna del don profético. ¿Por qué deberíamos considerar que estos consejos son un regalo de Dios, no un menoscabo del pensamiento y la acción independientes? Al mismo tiempo, ¿qué peligros enfrentamos al convertir ese regalo en algo legalista, como hicieron los israelitas con sus regalos? (Ver Rom. 9:32.)