“Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10).
EL NUEVO PACTO Y LA VIDA ETERNA
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11:25, 26).
Hay dos dimensiones en la vida eterna. La dimensión presente otorga al creyente la experiencia de la vida abundante ahora (Juan 10:10), que incluye las muchas promesas que se nos han dado para nuestra vida ahora.
La dimensión futura es, por supuesto, la vida eterna: la promesa de la resurrección (Juan 5:28, 29; 6:39). Aunque todavía está en el futuro, ese es el único suceso que hace que todo lo demás valga la pena, el único acontecimiento que corona todas nuestras esperanzas como cristianos.
Estudia el versículo de hoy. ¿Qué está queriendo decir Jesús aquí? ¿Dónde se encuentra la vida eterna? ¿Cómo entendemos sus palabras de que quienes viven y creen en él, incluso si mueren, nunca morirán? (Ver Apoc. 2:11; 20:6, 14; 21:8.)
Por supuesto, todos morimos; pero, según Jesús, esta muerte es solo un sueño, una pausa temporal, que para quienes creen en él culminará en la resurrección de vida eterna. Cuando Cristo regrese, los muertos en Cristo resucitarán inmortales, y los seguidores vivos de Cristo serán transformados en un abrir y cerrar de ojos a la inmortalidad. Tanto los muertos como los vivos en Cristo poseerán el mismo tipo de cuerpo resucitado. La inmortalidad comienza en ese momento para el pueblo de Dios.
Qué gran alegría es saber ahora que nuestro fin no está en la tumba, sino que no hay fin, que tendremos una nueva vida que durará para siempre.
“Cristo se hizo una carne con nosotros, para que pudiésemos ser un espíritu con él. En virtud de esta unión hemos de salir de la tumba; no meramente como una manifestación del poder de Cristo, sino porque, a través de la fe, su vida ha llegado a ser nuestra. Los que ven a Cristo en su verdadero carácter y lo reciben en el corazón, tienen vida eterna. Por medio del Espíritu es como Cristo mora en nosotros; y el Espíritu de Dios, recibido en el corazón por la fe, es el principio de la vida eterna” (DTG 352).
¿De qué manera podemos disfrutar ahora de los beneficios de la vida eterna? En otras palabras, esta promesa ¿qué hace en favor de nosotros en este momento? Escribe algunos de los beneficios que esta promesa de vida eterna te brinda personalmente en tu vida diaria. ¿Cómo podrías adueñarte de esta esperanza y promesa y compartirla con alguien que tal vez está luchando con el dolor por la muerte de un ser querido?