“Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén” (2 Ped. 3:17, 18).
ESCOGER UN NUEVO RUMBO
José se lleva consigo el dolor, las relaciones complicadas y la ansiedad mientras viaja a Egipto, donde lo venderán como esclavo. Este no era un viaje de descanso. Mientras, se esforzaba por contener las lágrimas.
“Mientras tanto, José y sus amos iban en camino a Egipto. Cuando la caravana marchaba hacia el sur, hacia las fronteras de Canaán, el joven pudo divisar a lo lejos las colinas entre las cuales se hallaban las tiendas de su padre. Lloró amargamente al pensar en la soledad y el dolor de aquel padre amoroso. Nuevamente recordó la escena de Dotán. Vio a sus airados hermanos y sintió sus miradas furiosas dirigidas contra él. Las punzantes e injuriosas palabras con que habían contestado a sus súplicas angustiosas resonaban aún en sus oídos. Con el corazón palpitante, pensaba en qué le depararía el futuro. ¡Qué cambio de condición: de hijo tiernamente querido había pasado a ser un esclavo menospreciado y desamparado! Solo y sin amigos, ¿cuál sería su suerte en la extraña tierra adonde iba? Durante algún tiempo José se entregó al terror y al dolor sin poder dominarse. [...]
“Entonces, sus pensamientos se dirigieron al Dios de su padre. En su niñez se le había enseñado a amarlo y temerlo. A menudo, en la tienda de su padre, había escuchado la historia de la visión que Jacob había presenciado cuando huyó de su casa como exiliado y fugitivo. [...] Ahora, todas estas lecciones preciosas se presentaron vivamente ante él. José creyó que el Dios de sus padres sería su Dios. Entonces, allí mismo, se entregó por completo al Señor, y oró para pedir que el Guardián de Israel estuviese con él en el país adonde iba expatriado” (PP 214, 215, énfasis añadido).
Algunas culturas enfatizan el papel de la comunidad sobre la persona individual, mientras que otras culturas se inclinan a enfatizar el papel del individuo sobre la comunidad. Si bien encontramos un equilibrio entre estos dos en las Escrituras, evidentemente hay un llamado al compromiso personal y corporativo con Dios. José comienza a hallar descanso en sus relaciones al tomar la decisión personal de seguir a Dios.
¿Qué nos enseñan los siguientes versículos sobre el compromiso personal? (Deut. 4:29; Jos. 24:15; 1 Crón. 16:11; Sal. 14:2; Prov. 8:10; Isa. 55:6).
Para hallar descanso, cada uno debe tomar una decisión personal de seguir a Dios. Aunque nuestros antepasados hayan sido gigantes espirituales, estas fe y espiritualidad no se transmiten genéticamente. Recuerda: Dios solo tiene hijos, no nietos.
¿Por qué es importante que todos los días, a cada momento, decidas entregarte a Dios? ¿Qué sucede cuando no lo haces?