“Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?” (Sal. 27:1).

DESCANSO CURATIVO

domingo 15 de agosto, 2021

Si hay un momento en el que necesitamos descansar, es cuando estamos enfermos. Necesitamos descanso físico para que nuestro cuerpo pueda reactivar el sistema inmunológico.

Y a menudo también necesitamos descanso mental. A veces simplemente son situaciones en las que no hay peligro de vida, como un resfriado o una migraña. Nos quedamos ahí y tratamos de no pensar en todo lo que deberíamos estar haciendo, pero no podemos.

A veces, cuando se trata de algo potencialmente mortal, nos desvelamos y nos preocupamos por los resultados de las pruebas médicas. Y luego muchas veces comenzamos a preguntarnos por qué. Ese estilo de vida poco saludable, ¿finalmente nos ha pasado factura? ¿Serán las drogas que tomamos hace veinte años? ¿Será el exceso de peso que hemos estado acarreando durante los últimos años? Dios ¿nos estará castigando por ese pecado secreto que nadie más conoce?

Lee Marcos 2:1 al 4. ¿Qué ocurre aquí?

Para el paralítico de esta historia, este era un caso obvio. En El Deseado de todas las gentes (pp. 232-237), captamos el trasfondo. El paralítico había hecho algunas cosas de las que no estaba muy orgulloso. Su vida pecaminosa le causó esta enfermedad, y los expertos espirituales trazaron una línea directa de causa a efecto. Había acarreado esta enfermedad sobre sí por sus pecados, y no había cura.

Esta actitud puede ser muy común. Al parecer, muchas veces nos obsesionamos con quién lo hizo. Si se ha cometido algún delito, alguien debe pagarlo. Si hay un accidente en alguna parte, hay que demandar a alguien. Pero, echar la culpa a alguien no produce sanidad ni plenitud en el enfermo.

El diseño original de Dios no incluía el dolor, la enfermedad ni el sufrimiento. La enfermedad llegó a este planeta solo con la entrada del pecado. Por eso, Dios nos da pautas de salud, para que podamos disfrutar de una mejor calidad de vida ahora. Pero, mientras estemos en este mundo enfermo de pecado, no habrá garantías de salud, aun cuando sigamos los principios de salud.

Lo bueno es que Dios puede darnos descanso, ya sea que estemos enfermos o sanos; ya sea que nuestra enfermedad sea resultado de nuestras propias acciones o del descuido de otra persona, de nuestros genes, o simplemente una consecuencia de vivir en este mundo pecaminoso.

Cuando alguien se enferma, no es bueno comenzar a culpar. Al mismo tiempo, ¿por qué entender la causa de una enfermedad puede ser, en algunos casos, un paso crucial hacia la curación y la recuperación?