“Mas estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron” (1 Cor. 10:6).
ANHELO DE MÁS
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: 1 Corintios 10:1–11; Levítico 4:32–35; Juan 1:29; Hebreos 4:1–11; Salmo 95:8–11.
El Museo de Arte de Queens, en Nueva York, Estados Unidos, alberga el modelo arquitectónico de la ciudad más grande del mundo, que muestra todos los edificios de Nueva York. En una escala de 1:1.200 (donde 2,5 cm, o 1 pulgada, corresponden a 33 metros, o 100 pies) cubre casi 870 metros cuadrados (9.335 pies cuadrados). Originalmente, cien artesanos que trabajaron por más de tres años para completar el proyecto lo terminaron en 1964. Este se actualizó a la década de 1990, por lo que no refleja el paisaje urbano de 2021. Es una copia asombrosamente intrincada y detallada del original.
Sin embargo, finalmente continúa siendo solo eso: una copia, un modelo, una representación de algo más imponente, más grande, más profundo y mucho más complejo que el modelo en sí.
En realidad, así son todos los modelos. No son los originales, sino que solo funcionan como símbolos de los originales. Un modelo nos ayuda a captar la esencia del original, pero nunca podrá reemplazarlo. Está allí para ayudar a las personas a comprender mejor de qué se trata el original.
Las Escrituras están llenas de modelos en miniatura de actividades e instituciones que apuntan a realidades celestiales más grandes. Hebreos 4 nos ayuda a descubrir una de estas realidades en lo que respecta a la cuestión bíblica del descanso.