“El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor” (1 Juan 4:8)

EL LLAMADO DE ABRAM

martes 28 de septiembre, 2021

Abram (que posteriormente se llamó Abraham) aparece por primera vez en la genealogía de Génesis 11, que viene inmediatamente después de la mención de la dispersión de Babel.

Lee Génesis 12:1 al 3, el llamado de Dios a Abram. Hoy, mirando hacia atrás después de la Cruz, después de la muerte de Jesús y la difusión del evangelio, ¿cómo entendemos lo que Dios prometió hacer a través de Abram?

Muchos siglos después, el apóstol Pablo, al tratar de oponerse a la herejía que estaba afectando a los Gálatas, señaló el llamado de Abraham, mostrándolo como una expresión temprana de lo que siempre habían sido las intenciones de Dios: el evangelio para el mundo. “Sabed, por tanto, que los que son de fe, éstos son hijos de Abraham. Y la Escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones. De modo que los de la fe son bendecidos con el creyente Abraham” (Gál. 3:7-9).

El llamado de Abraham se expresó por primera vez en Génesis 12; el resto del Génesis es mayormente la historia de sus descendientes directos, una simiente disfuncional tras otra, que creaba una familia desordenada tras otra; y sin embargo, a través de ellos, la promesa finalmente se cumplió al llegar el momento crucial con el llamado de Moisés.

Lee Hechos 7:20 al 36, la descripción que hizo el mártir Esteban acerca Moisés y el Éxodo. ¿Cómo encaja esto con la promesa inicial de Dios a Abraham?

En un mundo inmerso en la ignorancia, el error y una generalizada falta de conocimiento de la verdad (las cosas no han cambiado mucho en más de tres mil años, ¿verdad?), el Señor llamó a un pueblo –a su pueblo–, la simiente de Abraham, a salir de Egipto. En él buscó no solo preservar el conocimiento de la verdad –es decir, el conocimiento de Jehová, y el plan de salvación– sino también difundir ese conocimiento al resto del mundo.

Hoy, ¿cómo nos vemos los Adventistas del Séptimo Día en relación con el resto del mundo? Es decir, ¿qué paralelismos existen entre nosotros y el antiguo Israel? Más aún, ¿qué responsabilidad nos asigna individualmente este paralelismo?