“Y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (1 Cor. 10:3, 4).
LA INIQUIDAD DE LOS AMORREOS
En Deuteronomio 2 y 3, Moisés sigue relatando la historia de Israel y cómo derrotaron a sus enemigos con la bendición de Dios; cuando fueron fieles, Dios les dio la victoria, incluso sobre los “gigantes” (Deut. 2:11, 20; Deut. 3:13).
Por supuesto, esto trae a colación un tema difícil, que al menos debemos mencionar, con respecto a la destrucción de estos pueblos. Aunque a menudo los hijos de Israel primeramente negociaban la paz con una nación (Deut. 20:10, 11), si la gente no aceptaba esa oferta, a veces los israelitas entraban y los destruían, incluyendo a mujeres y niños. “Mas Jehová nuestro Dios lo entregó delante de nosotros; y lo derrotamos a él y a sus hijos, y a todo su pueblo. Tomamos entonces todas sus ciudades, y destruimos todas las ciudades, hombres, mujeres y niños; no dejamos ninguno” (Deut. 2:33, 34).
Algunos intentan eludir esto simplemente diciendo que estas historias no son ciertas. Sin embargo, debido a que creemos que “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Tim. 3:16), esa no es una opción viable para los Adventistas del Séptimo Día. Por tanto, nos cabe plantearnos la difícil cuestión de estos incidentes.
Lee Génesis 15:1 al 16. ¿Qué le dijo Dios a Abram en Génesis 15:16, y cómo arroja algo de luz sobre este tema difícil?
No cabe duda de que muchas de estas naciones paganas eran personas sumamente brutales y crueles que justificadamente podrían haber enfrentado la ira y el castigo de Dios mucho antes. Eso es cierto, y aunque Dios haya esperado pacientemente a que cambiaran sus caminos, y ellos no cambiaron, esto todavía no altera la dura realidad sobre la matanza de todos, incluidos los niños. (Por supuesto, probablemente murieron muchos más niños en el Diluvio que los que mataron los israelitas.)
El hecho es que, por ahora, dada la información limitada que tenemos sobre el contexto total de los acontecimientos, solo tenemos que aceptar esta dura realidad y confiar en la bondad de Dios, que se ha revelado de muchas otras formas. La fe no se trata solo de amar a Dios en un hermoso día en un hermoso bosque lleno de maravillosas vistas y sonidos. También implica confiar en él a pesar de lo que no entendemos completamente.
Lee 1 Corintios 10:1 al 4; y Juan 14:9. ¿Cómo nos ayudan estos versículos, y muchos otros similares, a aprender a confiar en el amor, la justicia y la bondad de Dios, aun cuando vemos cosas que parecen difíciles de conciliar con este conocimiento de Dios?