“Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti” (Gén. 17:7).
EL PACTO Y EL EVANGELIO
En la Biblia, de principio a fin, el Pacto y el evangelio aparecen juntos. Aunque la idea del Pacto existía antes de la nación de Israel (por ejemplo, el pacto de Noé), y aunque la promesa del Pacto se hizo antes de que existiera la nación de Israel, se expresó de manera prominente mediante la interacción de Dios con su pueblo, comenzando con sus padres, los patriarcas.
E incluso desde el principio, la verdad central del Pacto fue el evangelio: la salvación solo por la fe.
Lee Génesis 12:1 al 3; 15:5 al 18; y Romanos 4:1 al 5. ¿Cuál fue la promesa del Pacto que se le hizo a Abram (más tarde Abraham), y cómo se revela el evangelio en esa promesa del Pacto?
Abraham creyó en Dios, creyó en las promesas que Dios le había hecho, y por lo tanto fue justificado ante Dios. Sin embargo, esta declaración no era gracia barata: Abraham procuró cumplir con su parte del Pacto mediante la obediencia, como se ve en Génesis 22, en el monte Moria. A pesar de todo esto, “su fe le es contada por justicia” (Rom. 4:5). Por eso, siglos después, Pablo usó a Abraham como ejemplo de lo que significa vivir de acuerdo con las promesas del pacto que Dios había hecho con su pueblo.
Este tema resuena en toda la Biblia. Pablo lo mencionó en otra ocasión en Gálatas 3:6, donde nuevamente cita Génesis 15:6, acerca de que la fe de Abraham “le fue contad[a] por justicia”, y esto hace referencia a la primera promesa que se le hizo a Abram de que todas las naciones serían bendecidas en su simiente (Gál. 3:9). Las promesas del Pacto son para todos, para los judíos y los gentiles “que son de fe” (Gál. 3:7) y, por tanto, son justificados por la fe sin las obras de la Ley, aunque estén comprometidos, debido al Pacto, a obedecer la Ley.
Incluso cuando Jeremías habla del Nuevo Pacto, lo hace en el contexto de la Ley: “Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo” (Jer. 31:33), lo que refleja el lenguaje que se remonta al libro de Levítico: “Andaré entre vosotros, y yo seré vuestro Dios, y vosotros seréis mi pueblo” (Lev. 26:12).
La idea de la Ley y el evangelio juntos, ¿cuán perfectamente encaja con el mensaje de los tres ángeles de Apocalipsis 14, el mensaje de advertencia final de Dios al mundo?