“Y estableceré mi pacto entre mí y ti, y tu descendencia después de ti en sus generaciones, por pacto perpetuo, para ser tu Dios, y el de tu descendencia después de ti” (Gén. 17:7).
SU PUEBLO ESPECIAL
Es difícil para nosotros hoy entender gran parte de cómo era el mundo antiguo en la época en que Israel vagaba por el desierto. Si surgieron y desaparecieron imperios enteros, y hoy solo quedan ruinas (si es que quedan), ¿qué podemos saber de muchas de las naciones paganas más pequeñas que vivieron en el mismo territorio que Israel?
No mucho, pero sí sabemos una cosa: estos pueblos estaban sumidos en el paganismo, el politeísmo y algunas prácticas totalmente degradantes, que incluían el sacrificio de niños. Intenta imaginar cuán degradante y malvada sería una cultura y una religión que les hacía eso a sus propios hijos, ¡y en nombre de algún dios!
Con razón, vez tras vez, a lo largo de la historia del antiguo Israel, el Señor le había advertido a su pueblo que no siguiera las prácticas de las naciones que lo rodeaban. “Cuando entres a la tierra que Jehová tu Dios te da, no aprenderás a hacer según las abominaciones de aquellas naciones” (Deut. 18:9).
Y eso es porque Dios había llamado a esta nación con un propósito especial. Al haber hecho el Pacto con Dios, iban a ser un pueblo especial, un testimonio para el mundo del Dios que creó el cielo y la Tierra, el único Dios.
Lee Deuteronomio 26:16 al 19. ¿Cómo se resume la relación del Pacto entre Dios e Israel en estos versículos? Su fidelidad al Pacto, ¿cómo debería manifestarse en la clase de pueblo que llegarían a ser? ¿Qué lecciones podemos extraer para nosotros también?
Es fascinante que Moisés comience estos cuatro versículos con las palabras “hoy” [NTV, NVI, PDT, BLP] o “este día” [RVC], en el sentido de ahora mismo, nuevamente, Dios les ordena que hagan estas cosas (repite la idea en el vers. 17). Les había estado ordenando todo el tiempo que hicieran estas cosas. Es como si les estuviera diciendo que necesitan comprometerse en este mismo momento, nuevamente, a ser personas fieles, santas y especiales, que es verdaderamente la razón central de su existencia como nación del Pacto. Ellos eran la única nación, como nación, que conocía al Dios verdadero y conocía la verdad acerca de este Dios y cómo quería que viviera la gente. En realidad, no solo tenían la “Verdad Presente” sino también, a su manera, iban a representar esa verdad hasta que viniera Jesús, “la Verdad” con mayúsculas (Juan 14:6).
¿Por qué es pertinente para nosotros comprometernos “hoy” con Dios y con los requisitos de su Pacto?