“A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia” (Deut. 30:19).

UNA CUESTIÓN DE ADORACIÓN

jueves 18 de noviembre, 2021

La adoración es fundamental para la relación de pacto entre el Señor e Israel. Lo que los diferenciaba de todo el mundo que los rodeaba era que solo ellos, como nación, adoraban al Dios verdadero, a diferencia de las diosas y los dioses falsos del mundo pagano, que en realidad no eran dioses en absoluto. “Ved ahora que yo, yo soy, y no hay dioses conmigo” (Deut. 32:39).

Lee Deuteronomio 4:19; 8:19; 11:16; y 30:17. ¿Cuál es la advertencia común en todos estos versículos? ¿Por qué esta advertencia es esencial para la nación de Israel?

Hace miles de años, al igual que hoy, el pueblo de Dios habitó en medio de culturas y entornos con reglamentos, tradiciones y conceptos que a menudo entraban en conflicto con su fe. Por lo tanto, el pueblo de Dios debía estar siempre en guardia, para que los caminos del mundo, sus ídolos y sus “dioses” no se convirtieran también en objetos de su adoración.

Nuestro Dios es un “Dios celoso” (Deut. 4:24; 5:9; 6:15), y solo él, como nuestro Creador y Redentor, es digno de nuestra adoración. Aquí tampoco hay término medio: o adoramos al Señor, que ofrece vida y bendiciones, o adoramos a cualquier otro dios, que solo puede ofrecer maldiciones y muerte.

Lee Apocalipsis 13:1 al 15 y concéntrate en el aspecto de cómo se presenta la adoración allí. Luego compara esos versículos con Apocalipsis 14:6 al 12. ¿Qué sucede aquí en Apocalipsis que refleja la advertencia dada en Deuteronomio (y en todas las Escrituras, en realidad) sobre la adoración falsa?

No importa cuán diferente sea el contexto, la situación es la misma: ¿Adorará el pueblo al Dios verdadero, y tendrá vida; o sucumbirá a las presiones, ya sean visibles, sutiles o ambas, para retirar su lealtad de él y enfrentar la muerte? En última instancia, la respuesta está en cada corazón. Dios no obligó al antiguo Israel a seguirlo, ni nos obligará a nosotros tampoco. Como vemos en Apocalipsis 13, la fuerza es lo que emplearán la bestia y su imagen. Dios, en cambio, obra por amor.

¿Cómo podemos cerciorarnos de que, siquiera sutilmente, no estamos retirando lentamente nuestra lealtad a Jesús por algún otro dios?