“Mas si desde allí buscares a Jehová tu Dios, lo hallarás, si lo buscares de todo tu corazón y de toda tu alma” (Deut. 4:29).

MI-YITTEN

domingo 21 de noviembre, 2021

El hebreo bíblico, como la mayoría de los idiomas, está salpicado de modismos: cuando se utilizan palabras específicas para indicar algo diferente de lo que realmente dicen. Una frase insignia del Antiguo Testamento es “mi-yitten”. En hebreo, mi representa la pregunta “¿quién?”; y yitten significa “dará”. Entonces, literalmente, mi-yitten equivale a “¿quién dará?”

Sin embargo, en el Antiguo Testamento, la frase expresa la idea de un deseo, de un anhelo, de alguien que quiere algo con todas sus fuerzas.

Por ejemplo, después de su huida de Egipto, los hijos de Israel, al enfrentar desafíos en el desierto, exclamaron: “Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto” (Éxo. 16:3). Aquí, la palabra “ojalá” se traduce del hebreo mi-yitten.

En el Salmo 14:7, David dice: “¡Oh, que de Sion saliera la salvación de Israel!” El hebreo no dice “Oh”; dice mi-yitten. En Job 6:8, cuando exclama: “¡Quién me diera que viniese mi petición!”, “quién me diera” es –nuevamente– mi-yitten.

Lee Deuteronomio 5:22 al 29, y concéntrate especialmente en el versículo 29. ¿Qué significa que la frase traducida como “quién diera” provenga de “mi-yitten”?

Aquí está el Señor, el Dios creador (quien hizo el espacio, el tiempo y la materia, quien hizo que nuestro mundo existiera, quien insufló en Adán el aliento de vida), pronunciando una frase que generalmente se asocia con las debilidades y las limitaciones de la humanidad. ¡Qué ejemplo de la realidad del libre albedrío! Aquí vemos que hay límites en lo que Dios puede hacer en medio del Gran Conflicto. Este uso de mi-yitten revela que ni siquiera Dios puede pisotear el libre albedrío; porque, en cuanto lo hiciera, ya no habría libre albedrío.

Y así como los seres humanos somos libres para pecar, también somos libres para elegir al Señor, para estar abiertos a su dirección, para decidir arrepentirnos de nuestros pecados y seguirlo, respondiendo a su Espíritu. En última instancia, la decisión es nuestra, y solo nuestra, y es una decisión que tenemos que tomar día a día, momento a momento.

¿Cuáles son algunas de las decisiones que afrontarás en las próximas horas o días? ¿Cómo puedes aprender a entregar tu voluntad a Dios para que, con su fuerza, puedas tomar las decisiones correctas?