“Solamente de tus padres se agradó Jehová para amarlos, y escogió su descendencia después de ellos, a vosotros, de entre todos los pueblos, como en este día” (Deut. 10:15).
“QUÉ PIDE JEHOVÁ DE TI”
Gran parte de los escritos de los profetas consistían en apelaciones a la fidelidad. Y no solo a la fidelidad en general, sino en particular; la fidelidad a su parte del Pacto, que confirmaron justo antes de entrar en la Tierra Prometida. Esto es lo que describe el libro de Deuteronomio: la confirmación del pacto de Dios con Israel. Después del rodeo de cuarenta años, el Señor ahora estaba a punto de cumplir (o comenzar a cumplir) más promesas de su Pacto, su parte del trato. Por lo tanto, Moisés amonestó al pueblo a cumplir con su parte también. De hecho, muchos de los escritos de los profetas eran básicamente iguales: llamados al pueblo para que cumpliera con su parte del Pacto.
Lee Miqueas 6:1 al 8. ¿Qué le está diciendo el Señor al pueblo, y qué relación tiene con el libro de Deuteronomio? (Ver, además, Amós 5:24; Ose. 6:6.)
Algunos comentaristas bíblicos han visto en estas palabras de Miqueas lo que se conoce como una “demanda pactual” en la que el Señor “levanta pleito” o interpone una demanda contra su pueblo por violación del Pacto. En este caso, Miqueas dice que el Señor “tiene pleito con su pueblo” (Miq. 6:2), en el cual la palabra “pleito” (riv) puede implicar una disputa legal. Es decir, el Señor estaba iniciando una acción legal contra ellos, una imagen que implica el aspecto legal (además del relacional) del Pacto. Esto no debería sorprender a nadie porque, al fin y al cabo, lo esencial del Pacto era la Ley.
Fíjate también que Miqueas toma prestado el lenguaje directamente de Deuteronomio: “Ahora, pues, Israel, ¿qué pide Jehová tu Dios de ti, sino que temas a Jehová tu Dios, que andes en todos sus caminos, y que lo ames, y sirvas a Jehová tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma; que guardes los mandamientos de Jehová y sus estatutos, que yo te prescribo hoy, para que tengas prosperidad?” (Deut. 10:12, 13). Sin embargo, en lugar de citarlo directamente, Miqueas lo modifica cambiando la “letra de la ley” de Deuteronomio por el “espíritu de la ley”, que implica ser justo y misericordioso.
Lo que supuestamente está sucediendo aquí es que, por más que tengan apariencias externas de religión y de piedad (muchos sacrificios de animales, es decir, “millares de carneros”), eso no es lo que constituye la relación de pacto de Israel con Dios. ¿De qué sirve toda esta piedad externa si, por ejemplo, “codician las heredades, y las roban; y casas, y las toman; oprimen al hombre y a su casa, al hombre y a su heredad” (Miq. 2:2)? Se suponía que Israel era una luz para el mundo, acerca de la cual las naciones dirían con asombro: “Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta” (Deut. 4:6). Por lo tanto, debían actuar con sabiduría y entendimiento, lo que incluía tratar a la gente con justicia y misericordia.