“El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4).
LEVANTAR ROSTROS
En Deuteronomio 10, Moisés (de nuevo) estaba contando la historia de Israel y (de nuevo) usó esos relatos para exhortar a su pueblo a la fidelidad. En medio de esa amonestación, dijo algo más.
Lee Deuteronomio 10:17 al 19. ¿Cuál es el mensaje esencial para el pueblo, y por qué este mensaje es relevante para la iglesia de Dios hoy?
La frase “no hace acepción de personas” se traduce de una figura retórica hebrea; significa literalmente que él no “levanta rostros”. Se cree que esto proviene de un contexto legal en el que el juez o el rey ve el rostro de la persona que está siendo juzgada y, en función del estatus de esa persona (si es una persona importante o alguien insignificante), el juez o el rey emite un veredicto. La implicación aquí en Deuteronomio es que el Señor no trata a la gente así, a pesar de su gran poder y fuerza. Es justo con todos, independientemente de su estatus. Esta verdad, por supuesto, se reveló en la vida de Jesús y en su trato incluso con los más despreciados de la sociedad.
Lee Hechos 10:34; Romanos 2:11; Gálatas 2:6; Efesios 6:9; Colosenses 3:25; y 1 Pedro 1:17. Estos versículos, ¿cómo utilizan Deuteronomio 10:17?
No importa cuán diversas sean las circunstancias en cada una de estas referencias (en Efesios, Pablo les dice a los amos que sean cuidadosos en su trato con los esclavos; en Romanos, Pablo habla del hecho de que, cuando de salvación y condenación se trata, no hay diferencia entre judíos y gentiles), todas se remiten a Deuteronomio y a la idea de que Dios “no levanta rostros”. Y si el “Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible” no tiene favoritismos, entonces nosotros tampoco deberíamos tenerlos.
Podemos ver una revelación del evangelio, especialmente en cómo lo utiliza Pablo en Romanos: todos estamos en la misma esfera, sin importar quiénes somos en términos de estatus. Todos somos seres caídos que necesitan la gracia salvífica de Dios. Y lo bueno es que, independientemente de nuestro estatus, a todos se nos ofrece la salvación en Jesucristo.
¿Con qué frecuencia, incluso sutilmente, “levantas rostros” y por qué la Cruz nos muestra cuán pecaminosa es realmente esa actitud?