“El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4).

MALDITO EN UN MADERO

martes 14 de diciembre, 2021

Lee Gálatas 3:1 al 14. ¿Qué está diciendo Pablo que sea relevante para nosotros hoy, y cómo utiliza Deuteronomio 27:26; y 21:22 y 23 para plantear su postura?

Lamentablemente, es común en el cristianismo utilizar esta carta como una especie de justificativo para no guardar la Ley, los Diez Mandamientos. Por supuesto, ese argumento en realidad se usa como una razón para no guardar el cuarto Mandamiento, como si la observancia de ese único mandamiento, a diferencia de los otros nueve, fuera de alguna manera una expresión del legalismo que Pablo plantea aquí.

Sin embargo, Pablo no estaba hablando en contra de la Ley y, por cierto, no hay nada en este pasaje que pueda justificar la transgresión del mandamiento del sábado. La clave se puede encontrar en Gálatas 3:10, donde expresa que “todos los que dependen de las obras de la ley están bajo maldición”, y luego cita Deuteronomio 27:26. El problema no es la obediencia a la Ley, sino “depender de la ley”, una postura difícil, si no imposible, para seres caídos como nosotros.

El argumento de Pablo es que no somos salvos por las obras de la Ley, sino por la muerte de Cristo en nuestro favor, que se nos acredita por la fe. Su énfasis aquí está en lo que Cristo hizo por nosotros en la Cruz. Y, para ayudar a aclarar este asunto, nuevamente se remite a Deuteronomio, esta vez a Deuteronomio 21:23. Al igual que Jesús, Pablo dice “escrito está”, mostrando la autoridad del Antiguo Testamento, y ahora cita un texto que trata de alguien que cometió un delito capital y, luego de ejecutarlo por ello, lo colgaron de un madero, tal vez para disuadir a los demás.

No obstante, Pablo utiliza eso como un símbolo de la muerte sustitutiva de Cristo en nuestro favor: Cristo se convirtió en una “maldición por nosotros” (NVI) porque enfrentó la muerte que toda la humanidad enfrentaría, porque todos han violado la Ley. Sin embargo, lo bueno del evangelio es que la maldición que debería haber sido nuestra fue suya, en la Cruz, “a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu” (Gál. 3:14).

Elena de White lo dijo así: “Ninguno sino Cristo podía redimir al hombre de la maldición de la Ley, y colocarlo otra vez en armonía con el Cielo. Cristo cargaría con la culpa y la vergüenza del pecado, que era algo tan abominable a los ojos de Dios que iba a separar al Padre de su Hijo” (PP 48).

Reflexiona en lo que enfrentarías si tuvieses que recibir el justo castigo por cualquier agravio que hayas cometido. Sin embargo, debido a que Cristo cargó con el castigo por tus errores sobre sí, para que tú no tengas que hacerlo, ¿cuál debería ser tu respuesta a su sacrificio?