“El respondió y dijo: Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mat. 4:4).
PARA ESTUDIAR Y MEDITAR:
Así como el Antiguo Testamento se cita a sí mismo (es decir, así como algunos de los profetas hicieron referencia a pasajes de Moisés), el Nuevo Testamento está lleno de citas directas, referencias y alusiones al Antiguo Testamento. Salmos, Isaías y Deuteronomio se encuentran entre los más citados. A menudo, también, los escritores del Nuevo Testamento citaron de la traducción griega del Antiguo Testamento, conocida como la Septuaginta (LXX). Los primeros cinco libros de la Biblia, conocidos como la Torá, o el Pentateuco, se tradujeron en el siglo III a.C.; y el resto del Antiguo Testamento, alrededor del siglo II a.C.
También podemos aprender mucho sobre cómo interpretar la Biblia por la manera en que los escritores inspirados del Nuevo Testamento utilizaron el Antiguo Testamento. Y una de las primeras lecciones que podríamos aprender es que, a diferencia de muchos eruditos bíblicos en la actualidad, los escritores del Nuevo Testamento nunca plantearon ninguna duda sobre la autenticidad ni la autoridad de los libros del Antiguo Testamento. No hay nada en sus escritos, por ejemplo, que revele dudas sobre la historicidad de los relatos del Antiguo Testamento, desde la existencia de Adán y Eva, pasando por la Caída, el Diluvio, hasta el llamado de Abraham y demás. La “erudición” que cuestiona estas cosas es simplemente el escepticismo humano, y no debería tener cabida en el corazón ni en la mente de los adventistas del séptimo día.
PREGUNTAS PARA DIALOGAR:
- Piensa en la luz que recibimos los Adventistas del Séptimo Día: ¿qué debería enseñarnos acerca de la gran responsabilidad que tenemos de ser fieles a las verdades que conocemos?
- Vuelve a leer Deuteronomio 18:9 al 14. ¿Qué manifestaciones modernas de esta “abominación para con Jehová” existen hoy, y cómo podemos asegurarnos de evitarlas?
- ¿Por qué los cristianos, que comprenden más que nadie la aplicación universal de la muerte de Cristo en la Cruz, nunca deben “levantar rostros” (ver el estudio del lunes)? ¿Cómo podemos reconocer en nosotros mismos la tendencia a hacer precisamente eso sin autoengañarnos? ¿Por qué contemplar la Cruz, y mantenerla siempre delante de nosotros, puede curarnos de esta actitud equivocada?