“Pero cuando el arcángel Miguel contendía con el diablo, disputando con él por el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: El Señor te reprenda” (Jud. 9).
LA MUERTE DE MOISÉS
¡Pobre Moisés! Después de haber llegado tan lejos, de haber vivido tantas cosas, finalmente se quedó fuera del cumplimiento de la promesa hecha a Abram muchos siglos antes: “A tu descendencia daré esta tierra” (Gén. 12:7).
Lee Deuteronomio 34:1 al 12. ¿Qué le sucedió a Moisés y qué dijo el Señor acerca de él que mostraba lo especial que era?
“En completa soledad, Moisés repasó las vicisitudes y las penurias de su vida desde que se apartó de los honores cortesanos y de su posible reinado en Egipto, para echar su suerte con el pueblo escogido de Dios. Evocó aquellos largos años que pasó en el desierto cuidando los rebaños de Jetro; la aparición del Ángel en la zarza ardiente, y la invitación que se le diera de librar a Israel. Volvió a contemplar los milagros portentosos que el poder de Dios realizó en favor del pueblo escogido, y la misericordia longánime que manifestó el Señor durante los años de peregrinaje y rebelión. A pesar de todo lo que Dios había hecho en favor del pueblo, a pesar de sus propias oraciones y labores, sólo dos de todos los adultos que componían el vasto ejército que salió de Egipto fueron hallados bastante fieles para entrar en la Tierra Prometida. Mientras Moisés examinaba el resultado de sus labores, casi le pareció haber vivido en vano su vida de pruebas y sacrificios” (PP 505).
Deuteronomio 34:4 dice algo muy interesante. “Esta es la tierra de que juré a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré”. El Señor estaba usando palabras casi literales de lo que había dicho vez tras vez a los patriarcas y a sus hijos, acerca de darles esta tierra. Ahora se lo estaba repitiendo a Moisés.
El Señor también dijo: “Te la he hecho ver con tus ojos, mas no pasarás allá” (Deut. 34:4, JBS, énfasis añadido). No hay forma de que Moisés, allí parado donde estaba, pudiera haber visto con una visión normal todo lo que el Señor le señaló, desde Moab hasta Dan, Neftalí y demás. Elena de White es clara: fue una revelación sobrenatural, no solo de la tierra, sino de cómo sería después de que hubieran tomado posesión de ella.
En cierto sentido, casi parecería como si el Señor se hubiera estado burlando de Moisés; como diciéndole: “Podrías haber estado aquí si simplemente me hubieras obedecido como debías”, o algo así. No obstante, el Señor le estaba mostrando a Moisés que, a pesar de todo, incluso a pesar del error de Moisés, Dios iba a ser fiel a las promesas del pacto que había hecho con los padres y con el mismo Israel. Como veremos, el Señor tenía también algo mejor reservado para su siervo fiel aunque defectuoso.