“Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios” (Heb. 4:9).

A CAUSA DE INCREDULIDAD

lunes 24 de enero, 2022

A CAUSA DE INCREDULIDAD

Lee Hebreos 3:12 al 19. ¿Por qué Israel no pudo entrar en el descanso prometido?

La triste historia es que aquellos que fueron liberados de Egipto no pudieron entrar en el descanso que Dios les había prometido. Cuando Israel llegó a Cadesbarnea, en la frontera de la Tierra Prometida, carecía de la fe necesaria. Números 13 y 14 explican que los espías israelitas “dieron un mal informe a los hijos de Israel de la tierra que habían reconocido” (Núm. 13:32, LBLA). Afirmaron que la tierra era buena, pero advirtieron que los habitantes eran fuertes y que las ciudades estaban fortificadas, y que no podrían conquistarla.

Josué y Caleb coincidieron en que la tierra era buena y no discutieron el hecho de que la gente allí era fuerte; y las ciudades, fortificadas. Pero dijeron que Dios estaba con ellos y que los llevaría a la tierra (Núm. 14:7-9). Sin embargo, el pueblo que vio a Dios destruir Egipto con plagas (Éxo. 7-12), aniquilar al ejército de Faraón en el Mar Rojo (Éxo. 14), proveer pan del cielo (Éxo. 16) y agua de la roca (Éxo. 17), además de manifestar su presencia continua y su dirección mediante la nube (Éxo. 40:36-38), ahora no confió en él. Es una trágica ironía que la generación que vio demostraciones tan poderosas del poder de Dios se convirtiera en un símbolo de la infidelidad (Neh. 9:15-17; Sal. 106:24-26; 1 Cor. 10:5-10).

Dios promete dones a sus hijos que están más allá del alcance humano. Por eso se basan en la gracia y son accesibles solo mediante la fe. Hebreos 4:2 explica que la promesa que Israel recibió “no les sirvió de nada porque no tuvieron la fe de los que escucharon a Dios” (Heb. 4:2, NTV).

Israel viajó a las fronteras de la Tierra Prometida como pueblo. Cuando el pueblo se enfrentó a informes contradictorios, se identificó con los que carecían de fe. La fe –o la falta de ella– es contagiosa. Por eso, Hebreos exhorta a sus lectores: “exhortaos los unos a los otros” (Heb. 3:13), “para estimularnos al amor y a las buenas obras” (Heb. 10:24), “no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios” (Heb. 12:15).

Hoy, seguimos viajando a la Tierra Prometida como pueblo, y tenemos una responsabilidad con quienes viajan con nosotros.

¿De qué manera puedes ayudar a edificar la fe de tus hermanos? ¿Cómo puedes cerciorarte de no decir ni hacer nada que pueda debilitar la fe de otra persona?