“Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos” (Heb. 7:26).
UN SACERDOTE SIN PECADO
Lee Hebreos 7:26. ¿Cuáles son las cinco características de Jesús en este pasaje?
Jesús era “santo”. Esto significa que Jesús estaba libre de culpa en su relación con Dios (Heb. 2:18; 4:15; 5:7, 8). La traducción al griego antiguo del Antiguo Testamento utilizó el mismo término griego para designar a aquellos que guardan su relación de pacto con Dios y con los demás.
Jesús era “sin mancha”. Permaneció puro e intacto ante el mal, a pesar de haber sido tentado “en todo” (Heb. 4:15; 2:18). La impecabilidad perfecta de Jesús es importante para su sacerdocio. El Antiguo Pacto estipulaba que las víctimas de los sacrificios debían ser “sin defecto” para ser aceptables ante Dios (Lev. 1:3, 10, etc.). La perfecta obediencia de Jesús durante su vida terrenal hizo posible que se ofreciera a sí mismo como un sacrificio aceptable a Dios (Heb. 9:14).
Jesús fue “apartado de los pecadores” cuando ascendió al cielo. El tiempo del verbo griego sugiere que este es un estado presente de Jesús, que comenzó en un momento específico. Jesús soportó la hostilidad de los pecadores durante su vida terrenal, pero salió victorioso y luego se sentó a la diestra de Dios (Heb. 12:2, 3). Jesús también está “apartado de los pecadores” en el sentido de que está completamente libre de pecado (Heb. 4:15).
Jesús fue “hecho más sublime que los cielos”. Esto significa que Jesús ha sido exaltado por encima de todo lo que existe y, por lo tanto, es uno con Dios. En los Salmos, Dios es el que es “exaltado [...] sobre los cielos” (Sal. 57:5, 11; 108:5).
Jesús era plenamente humano, pero no era un ser humano pecador como nosotros (Heb. 2:14–16; 4:15). Jesús es perfecto, no solo porque nunca pecó, sino también porque no se corrompió con el pecado como nosotros.
Sin embargo, debido a que fue plenamente humano, además también es nuestro Ejemplo. Él nos muestra cómo correr la carrera de la vida (Heb. 12:1-4). Él es el Ejemplo al cual seguir (1 Ped. 2:21-23). Debido a que es “santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores” (Heb. 7:26), es nuestro Salvador, y nosotros también podemos reflejar su carácter.
Aunque Jesús era un ser humano como nosotros, nunca pecó. ¿Cómo abarcamos este asombroso pensamiento con nuestra mente? ¡Piensa en cuán santo debe ser él! ¿Por qué, entonces, la promesa de que su santidad es nuestra mediante la fe debería ayudarnos a no dudar de la salvación?