“Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios” (Heb. 9:24).
JESÚS ABRE EL CAMINO A TRAVÉS DEL VELO
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Hebreos 9:24; Éxodo 19:3, 4; Hebreos 12:18–21; Levítico 16:1, 2; Hebreos 10:19–22; Colosenses 3:1.
Cuando los discípulos regresaron del Monte de los Olivos, justo después de que Jesús ascendió al cielo, estaban llenos de gozo y triunfo. Su Maestro y Amigo había ascendido a una posición de poder sobre el mundo y los había invitado a acercarse a Dios en su nombre con la absoluta confianza de que Dios respondería favorablemente a sus oraciones (Juan 14:13, 14). Aunque seguían en el mundo, atacados por las fuerzas del mal, su esperanza era firme. Sabían que Jesús había ascendido para prepararles un lugar (Juan 14:1-3). Sabían que Jesús era el Capitán de su salvación y que había abierto un camino a la Patria celestial mediante su sangre.
La ascensión de Jesús al cielo es fundamental para la teología de Hebreos. Marca el comienzo del reinado de Jesús y el comienzo de su ministerio sumo-sacerdotal en nuestro favor. Finalmente, lo más importante es que la ascensión de Jesús marca el momento en que se estableció el Nuevo Pacto, que brinda los medios necesarios para poder acercarnos a Dios con valentía mediante la fe. Es nuestro privilegio ahora acercarnos a Dios con confianza a través de Jesús y los méritos de su justicia.