“Permanezca el amor fraternal” (Heb. 13:1).
CODICIA E INMORALIDAD SEXUAL
Lee Hebreos 13:4 y 5; Lucas 16:10 al 18; 1 Corintios 5:1; Efesios 5:3 al 5; y Colosenses 3:5. ¿Qué dos males se relacionan en estos pasajes?
Pablo advierte a los lectores contra la inmoralidad sexual y la codicia porque eran dos graves amenazas al amor fraternal. A decir verdad, los autores del Nuevo Testamento y los filósofos moralistas de la antigüedad notaron una conexión entre ellos.
El llamado de Pablo a honrar el matrimonio implicaba evitar cualquier cosa que lo denigrara. Esto incluía la abstención de violar el voto matrimonial y los divorcios injustificados (comparar con Mat. 19:9). La exhortación a mantener la pureza del lecho matrimonial se refiere a evitar la profanación del matrimonio a través de relaciones sexuales fuera del matrimonio. La expresión “fornicarios” se refiere en el Nuevo Testamento a toda forma de inmoralidad sexual (1 Cor. 5:9-11; 6:9, 10; Efe. 5:5; 1 Tim. 1:9, 10; Apoc. 21:8; 22:15). Además, la sociedad grecorromana era laxa en lo que respecta a la ética sexual. Era común una doble moral; esto les daba licencia a los hombres para tener relaciones sexuales siempre que fueran discretos. Sin embargo, Pablo advierte que Dios juzgará a los adúlteros. Los creyentes no deben permitir que las convenciones sociales establezcan sus normas éticas.
El “amor al dinero” era una de las principales categorías de vicios en el mundo grecorromano. De hecho, en otra carta, Pablo se refirió al “amor al dinero” como la raíz de todos los males (1 Tim. 6:10).
La defensa contra este vicio es una actitud que Pablo alienta en varias epístolas. En primer lugar, debían estar “contentos” con lo que tenían (ver también 2 Cor. 9:8; Fil. 4:11, 12). Además, los cristianos deben creer y abrazar la promesa divina: “No te desampararé, ni te dejaré” (Heb. 13:5). El pueblo de Dios recibió esta promesa en varios lugares y momentos, y está disponible para nosotros hoy (Gén. 28:15; Deut. 31:6, 8; Jos. 1:5; 1 Crón. 28:20). Entonces, se invita a los creyentes a responder a la promesa de Dios con las palabras del Salmo 118:6: “El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”. Esta referencia al Salmo 118 es apropiada porque el salmista expresó allí su confianza en Dios, a pesar del sufrimiento que le infligían los incrédulos.
¿De qué formas la sociedad contemporánea socava la pureza sexual y, al mismo tiempo, alimenta el amor humano por el dinero? ¿De qué formas prácticas podemos fortalecer nuestras defensas contra estos dos vicios peligrosos?