“En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gén. 1:1).

LA CREACIÓN DE LA HUMANIDAD

miércoles 30 de marzo, 2022

La creación de la humanidad es el último acto de creación de Dios, al menos en el relato del Génesis. Los seres humanos son la culminación de toda la Creación terrenal, el propósito para el cual fue hecha la Tierra.

Lee Génesis 1:26 al 29; y 2:7. ¿Cuál es la conexión entre estas dos versiones diferentes respecto de la creación de la humanidad?

Una de las declaraciones más audaces de la Biblia es que Dios ha creado a los seres humanos a su imagen. Solamente los seres humanos fueron creados a imagen de Dios. Aunque “hizo Dios animales de la tierra según su género” (Gén. 1:25), “creó Dios al hombre a su imagen” (Gén. 1:27). Esta fórmula a menudo se ha limitado a la naturaleza espiritual de los seres humanos, que se interpreta en el sentido de que la “imagen de Dios” significa solo la función administrativa de representar a Dios, o la función espiritual de la relación con Dios o de unos con otros.

Si bien estas interpretaciones son correctas, no incluyen la importante realidad física de esta creación. Por cierto, ambas dimensiones están incluidas en las dos palabras, “imagen” y “semejanza”, que describen este proceso en Génesis 1:26. Mientras que la palabra hebrea tsélem, “imagen”, se refiere a la forma concreta del cuerpo físico, la palabra demut, “semejanza”, se refiere a cualidades abstractas que son comparables con la Persona divina.

Por lo tanto, la noción hebrea de la “imagen de Dios” debe entenderse en el sentido integral de la visión bíblica de la naturaleza humana. El texto bíblico afirma que los seres humanos (hombres y mujeres) fueron creados a imagen de Dios tanto física como espiritualmente. Como comenta claramente Elena de White: “Cuando Adán salió de las manos del Creador, llevaba en su naturaleza física, mental y espiritual la semejanza de su Hacedor” (Ed 15).

De hecho, esta interpretación integral de la imagen de Dios, incluido el cuerpo físico, se reafirma en el otro relato de la Creación, que dice que “fue el hombre un ser viviente” (Gén. 2:7); literalmente, “un alma viviente” (néfesh), como resultado de dos intervenciones divinas: Dios “formó” y Dios “sopló”. Fíjate que el “aliento” a menudo hace referencia a la dimensión espiritual, pero también está estrechamente relacionado con la capacidad biológica de respirar, la dimensión del hombre que fue “form[ada ...] del polvo de la tierra”. Es el “soplo de vida” (RVA); es decir, soplo (espiritual) y vida (física).

Luego Dios llevará a cabo una tercera intervención, esta vez para crear a la mujer del cuerpo del hombre (Gén. 2:21, 22), una forma de enfatizar que ella es de la misma naturaleza que el hombre.