“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Gén. 3:15).

LA SERPIENTE

domingo 3 de abril, 2022

Lee Génesis 3:1; 2 Corintios 11:3; y Apocalipsis 12:7 al 9. ¿Quién es la serpiente y cómo engaña a Eva?

El texto comienza con “la serpiente”. La sintaxis de la frase sugiere énfasis: la palabra “serpiente” es la primera palabra de la oración. Además, “la serpiente” tiene el artículo definido, lo que indica que se trata de una figura conocida, como si el lector ya supiera quién es. La realidad de este ser se confirma, así, desde la primera palabra del capítulo.

Por supuesto, las Escrituras identifican a la serpiente como el enemigo de Dios (Isa. 27:1) y lo llaman explícitamente “diablo y Satanás” (Apoc. 12:9). Asimismo, en el antiguo Cercano Oriente la serpiente personificaba el poder del mal.

“Para conseguir lo que quería y pasar inadvertido, Satanás escogió como medio a la serpiente, un disfraz bien adaptado para su proyecto de engaño. La serpiente era en aquel entonces uno de los seres más sabios y bellos de la Tierra. Tenía alas, y cuando volaba por los aires presentaba una apariencia deslumbradora, con el color y el brillo del oro bruñido” (PP 36).

Al hablar del diablo, en cualquiera de sus formas, la Biblia no se refiere a una mera metáfora. Las Escrituras representan a Satanás como un ser literal, no solo como un símbolo retórico o un principio abstracto para describir el mal o el lado oscuro de la humanidad.

La serpiente no se presenta a sí misma como enemiga de Dios; al contrario, la serpiente hace referencia a las palabras de Dios, que ella repite y parece apoyar (aunque las tergiversa). Es decir, desde el principio, podemos ver que a Satanás le gusta citar a Dios y, como veremos más adelante, incluso cita la Palabra de Dios (Mat. 4:6).

Fíjate también que la serpiente no discute inmediatamente con la mujer, sino que hace una pregunta que implica que cree en lo que el Señor les ha dicho. Al fin y al cabo, preguntó: “¿Conque Dios os ha dicho: [...]?” (Gén. 3:1). Por ende, incluso desde el principio podemos ver cuán astuto y engañoso era este ser. Y, como veremos, su estrategia también funcionó.

Si Satanás pudo engañar a una Eva sin pecado en el Edén, ¿cuánto más vulnerables somos nosotros? ¿Cuál es nuestra mejor defensa contra sus engaños?