“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Gén. 3:15).
ESCONDERSE DE LA PRESENCIA DE DIOS
Lee Génesis 3:7 al 13. ¿Por qué Adán y Eva sintieron la necesidad de esconderse de Dios? ¿Por qué Dios preguntó: “¿Dónde estás tú?” ¿Cómo buscaron Adán y Eva justificar su comportamiento?
Después de pecar, Adán y Eva se sintieron desnudos porque perdieron sus vestiduras de gloria, que reflejaban la presencia de Dios (ver Sal. 8:5; comparar con Sal. 104:1, 2). La imagen de Dios se vio afectada por el pecado. El verbo “hacer, en la frase “se hicieron delantales” (Gén. 3:7), hasta ahora se aplicaba solo a Dios el Creador (Gén. 1:7, 16, 25, etc.). Es como si reemplazaran al Creador mientras intentaban cubrir su pecado, un acto que Pablo denuncia como justificación por obras (Gál. 2:16).
Cuando Dios se acerca, les hace la pregunta retórica “¿Dónde estás tú?” (Gén. 3:9), el mismo tipo de pregunta que Dios le hará a Caín (Gén. 4:9). Por supuesto, Dios conocía las respuestas a las preguntas. Formuló esas preguntas para beneficio de los culpables, para ayudarlos a darse cuenta de lo que habían hecho y, al mismo tiempo, llevarlos al arrepentimiento y la salvación. Desde el momento en que la humanidad pecó, el Señor estuvo obrando para su salvación y redención.
Por cierto, todo el contexto refleja la idea de un juicio investigador, que comienza con el Juez que interroga al culpable (Gén. 3:9) con el fin de prepararlo para la sentencia (Gén. 3:14-19). Pero también lo hace para guiar al arrepentimiento, que finalmente conducirá a la salvación (Gén. 3:15). Esta es una temática que vemos en toda la Biblia.
Al principio, como es muy común entre los pecadores, Adán y Eva intentan evadir la acusación, buscando culpar a los demás. A la pregunta de Dios, Adán responde que la mujer que Dios le dio fue la responsable (Gén. 3:12), ella lo llevó a hacerlo. Fue culpa de ella (e, implícitamente, también de Dios), no de él.
Eva responde que fue la serpiente quien la engañó. El verbo hebreo nashá’, “engañar” (en Gén. 3:13), significa dar falsas esperanzas a las personas y hacerles creer que están haciendo lo correcto (2 Rey. 19:10; Isa. 37:10; Jer. 49:16).
Adán culpa a la mujer, diciendo que ella le dio el fruto (hay algo de verdad en esto), y Eva culpa a la serpiente, diciendo que la engañó (también hay algo de verdad en esto). Pero, en definitiva, ambos eran culpables.
¿Intentar culpar a otros por lo que han hecho? ¿Por qué es tan fácil para nosotros caer en la misma trampa?