“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba” (Heb. 11:8).
LA TENTACIÓN DE EGIPTO
Lee Génesis 12:10 al 20. ¿Por qué Abram dejó la Tierra Prometida para ir a Egipto? ¿Cómo se comportó el faraón en comparación con Abram?
Irónicamente, Abram, que acababa de llegar a la Tierra Prometida, decide dejarla y partir a Egipto porque había “hambre en la tierra” (Gén. 12:10). Las evidencias de gente de Canaán que partió a Egipto en tiempos de hambruna están bien documentadas en los textos del antiguo Egipto. En la enseñanza egipcia de Merikare, un texto compuesto durante el período del Reino Medio (2060-1700), al proveniente de Canaán se lo identifica como “asiático miserable” (aamu) y se lo describe como “canalla [...] escaso de agua [...] no habita en un solo lugar, la comida impulsa sus piernas” (M. Lichtheim, Ancient Egyptian Literature, Volume I: The Old and Middle Kingdoms, pp. 103, 104).
La tentación de Egipto a menudo era un problema para los antiguos israelitas (Núm. 14:3; Jer. 2:18). Por lo tanto, Egipto llegó a ser un símbolo de la humanidad que confía en la humanidad, y no en Dios (2 Rey. 18:21; Isa. 36:6, 9). En Egipto, donde se podía ver agua a diario, no se necesitaba fe, porque la promesa de la tierra se hacía visible de inmediato. En comparación con la tierra del hambre, Egipto parecía un buen lugar para estar, a pesar de lo que Dios le había dicho a Abram.
El Abram que ahora deja Canaán contrasta con el Abram que dejó Ur. Anteriormente, se describió a Abram como un hombre de fe que dejó Ur en respuesta al llamado de Dios; ahora, Abram deja la Tierra Prometida por su cuenta, por iniciativa propia. Antes, Abram confiaba en Dios; ahora se comporta como un político pragmático, manipulador y antiético, que solo depende de sí mismo. “Durante su estada en Egipto, Abraham dio evidencias de que no estaba libre de la debilidad y la imperfección humanas. Al ocultar el hecho de que Sara era su esposa, reveló desconfianza en el amparo divino, una falta de esa fe y ese valor elevadísimos tan frecuente y noblemente manifestados en su vida” (PP 123).
Por consiguiente, lo que vemos aquí es cómo hasta un gran hombre de Dios puede cometer un error y, no obstante, Dios no lo abandonó. Cuando el Nuevo Testamento habla de Abraham como un ejemplo de salvación por gracia, significa precisamente eso: gracia. Porque, si no fuera por la gracia, Abraham, como todos nosotros, no habría tenido esperanza.
¿Qué debería enseñarnos esta historia sobre lo fácil que es desviarse del camino correcto, incluso para los cristianos fieles? ¿Por qué la desobediencia nunca es una buena opción?