“Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba” (Heb. 11:8).

ABRAM Y LOT

martes 3 de mayo, 2022

Lee Génesis 13:1 al 18. ¿Qué nos enseña esta historia sobre la importancia del carácter?

Abram regresa a donde estaba antes, como si su viaje a Egipto fuera un mero desvío desafortunado. La historia de Dios con Abram comienza otra vez donde se había interrumpido desde su primer viaje a la Tierra Prometida. La primera parada de Abram es Betel (Gén. 13:3), al igual que en su primer viaje a la Tierra Prometida (Gén. 12:3-6). Abram se arrepintió y volvió “en sí”: Abram, el hombre de fe.

La reconexión de Abram con Dios ya se muestra en su relación con la gente, en la forma en que afronta el problema con Lot, su sobrino, con respecto al uso de la tierra. Es el mismo Abram quien propone un acuerdo pacífico y permite que Lot elija primero (Gén. 13:9, 10); un acto de generosidad y bondad, muestra de la clase de hombre que era Abram.

El hecho de que Lot eligiera la mejor parte y lo más fácil para él, la llanura bien irrigada (Gén. 13:10, 11), sin ninguna preocupación por la maldad de sus futuros vecinos (Gén. 13:13), revela algo sobre su codicia y su carácter. La expresión “para sí” nos recuerda a los antediluvianos, que también eligieron “para sí” (ver Gén. 6:2).

En contraste, el accionar de Abram fue un acto de fe. Abram no eligió la tierra; la recibió por la gracia de Dios. A diferencia de Lot, Abram contempló la tierra solo por mandato de Dios (Gén. 13:14). Recién después de que Abram se separa de Lot, Dios le vuelve a hablar (Gén. 13:14). Por cierto, esta es la primera vez que se registra que Dios le habla a Abram desde su llamado en Ur. “Alza ahora tus ojos, y mira desde el lugar donde estás hacia el norte y el sur, y al oriente y al occidente. Porque toda la tierra que ves, la daré a ti y a tu descendencia para siempre” (Gén. 13:14, 15). Luego Dios invita a Abram a ir “y recorre[r]” (NVI) esta tierra como un acto de apropiación. “Levántate, ve por la tierra a lo largo de ella y a su ancho; porque a ti la daré” (Gén. 13:17).

No obstante, el Señor le deja muy en claro que es él quien se la da a Abram. Es un regalo, un don de la gracia, que Abram debe apropiarse por fe, una fe que conduce a la obediencia. Es la obra de Dios únicamente la que llevará a cabo todo lo que le ha prometido a Abram aquí (ver Gén. 13:14-17).

¿Cómo podemos aprender a ser amables y generosos con los demás, incluso cuando ellos no lo son con nosotros?