“Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?” (Gén. 15:2).
LA FE DE ABRAHAM
Lee Génesis 15:1 al 21; y Romanos 4:3, 4, 9 y 22. ¿Cómo revela Abram lo que significa vivir por fe? ¿Cuál es el significado del sacrificio que Dios le pidió a Abram que realizara?
La primera respuesta de Dios a la preocupación de Abram por un heredero (Gén. 15:1-3) es que tendrá un hijo “que saldrá de [s]us entrañas” (Gén. 15:4, RVA). El profeta Natán usa el mismo lenguaje para referirse a la simiente del futuro rey mesiánico (2 Sam. 7:12). Abram se tranquilizó y “creyó a Jehová” (Gén. 15:6), porque entendió que el cumplimiento de la promesa de Dios no dependía de su propia justicia sino de la justicia de Dios (Gén. 15:6; comparar con Rom. 4:5, 6).
Este concepto es extraordinario, especialmente en aquella cultura. En la religión de los antiguos egipcios, por ejemplo, el juicio se evaluaba sobre la base de sopesar las obras humanas de justicia de una persona contra la justicia de la diosa Maat, que representaba la justicia divina. En resumen, la gente tenía que ganarse la “salvación”.
Entonces, Dios instituye una ceremonia sacrificial que efectuará Abram. Básicamente, el sacrificio señala a la muerte de Cristo por nuestros pecados. Los seres humanos se salvan por la gracia, el don de la justicia de Dios, simbolizado por estos sacrificios. Pero esta ceremonia en particular transmite mensajes específicos para Abram. El acecho de las aves de rapiña sobre los animales del sacrificio (Gén. 15:9-11) significa que los descendientes de Abram sufrirán esclavitud por un período de “cuatrocientos años” (Gén. 15:13), o cuatro generaciones (Gén. 15:16). Luego, en la cuarta generación, los descendientes de Abram “volverán acá” (Gén. 15:16).
La última escena de la ceremonia sacrificial es dramática: “una antorcha de fuego que pasaba por entre los animales divididos” (Gén. 15:17). Esta maravilla extraordinaria representa el compromiso de Dios de cumplir la promesa del pacto de dar tierras a los descendientes de Abram (Gén. 15:18).
Los límites de esta Tierra Prometida, “desde el río de Egipto hasta el río grande, el río Éufrates” (Gén. 15:18), nos recuerdan los límites del Jardín del Edén (comparar con Gén. 2:13, 14). Por lo tanto, esta profecía abarca más que solo el Éxodo y una patria para Israel. En el horizonte lejano de esta profecía, cuando los descendientes de Abraham tomarán el país de Canaán, se vislumbra la idea de la salvación del pueblo de Dios en el tiempo del fin, que regresará al Jardín del Edén.
¿Cómo podemos aprender a mantenernos centrados en Cristo y su justicia como nuestra única esperanza de salvación? ¿Qué sucede si intentamos comenzar a hacer recuento de nuestras buenas obras?