“Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?” (Gén. 15:2).

EL PACTO CON ABRAHAM

sábado 7 de mayo, 2022

LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 15–19:29; Romanos 4:3, 4, 9, 22; Gálatas 4:21–31; Romanos 4:11; 9:9; Amós 4:11.

Con Génesis 15, llegamos al momento decisivo en que Dios formaliza su pacto con Abraham. El pacto abrahámico es el segundo pacto, después del pacto con Noé. Al igual que el pacto con Noé, el pacto con Abraham atañe a otras naciones también porque, en última instancia, el pacto con Abraham es parte del Pacto eterno que se ofrece a toda la humanidad (Gén. 17:7; Heb. 13:20).

Este episodio de la vida de Abraham está lleno de temor y risas. Abram tiene miedo (Gén. 15:1), al igual que Sara (Gén. 18:15) y Agar (Gén. 21:17). Abram se ríe (Gén. 17:17); Sara (Gén. 18:12) e Ismael, también (Gén. 21:9 connota risa burlona). Estos capítulos resuenan con la sensibilidad y la calidez humanas. A Abram le apasiona la salvación de los malvados sodomitas; se preocupa por Sara, Agar y Lot; y es hospitalario con los tres extranjeros (Gén. 18:6).

En ese contexto, Abram, cuyo nombre implica nobleza y respetabilidad, cambiará su nombre a Abraham, que significa “Padre de muchedumbre de gentes” (Gén. 17:5). Por lo tanto, aquí vemos más indicios de la naturaleza universal de lo que Dios planea hacer mediante su pacto con Abraham.