“Y respondió Abram: Señor Jehová, ¿qué me darás, siendo así que ando sin hijo, y el mayordomo de mi casa es ese damasceno Eliezer?” (Gén. 15:2).
LA SEÑAL DEL PACTO ABRAHÁMICO
Lee Génesis 17:1 al 19; y Romanos 4:11. ¿Cuál es el significado espiritual y profético del rito de la circuncisión?
La falta de fe de Abram, como vimos en la historia anterior (Gén. 16), interrumpió el flujo de la experiencia espiritual de Abram con Dios. Durante ese tiempo, Dios guardó silencio. Por primera vez, ahora Dios le vuelve a hablar a Abram. Dios se vuelve a conectar con Abram y lo lleva de regreso al punto en el que hizo un pacto con él (Gén. 15:18).
Sin embargo, ahora Dios le da la señal de ese pacto. Durante mucho tiempo los eruditos han discutido el significado de la circuncisión, pero debido a que el rito de la circuncisión implica el derramamiento de sangre (ver Éxo. 4:25), podría entenderse en el contexto del sacrificio, lo que significa que se le imputaba la justicia (comparar con Rom. 4:11).
También es importante que este pacto, representado por la circuncisión, se describa en términos que apuntan a la primera profecía mesiánica (comparar Gén. 17:7 con 3:15). El paralelismo entre los dos textos sugiere que la promesa de Dios a Abram se refiere a más que solo el nacimiento físico de un pueblo; contiene la promesa espiritual de salvación para todos los pueblos de la Tierra. Y la promesa del “pacto perpetuo” (Gén. 17:7) se refiere a la obra de la simiente mesiánica, el sacrificio de Cristo que garantiza la vida eterna para todos los que la reclaman con fe y todo lo que la fe implica (comparar con Rom. 6:23; Tito 1:2).
Cabe destacar que esta promesa de un futuro eterno está comprendida en el cambio de nombre de Abram y Sarai. Los nombres de Abram y Sarai se referían solo a su estado presente: Abram significa “padre exaltado” y Sarai significa “mi princesa” (la princesa de Abram). El cambio de nombre a “Abraham” y “Sara” se refería al futuro: Abraham significa “padre de muchas naciones” y Sara significa “la princesa” (para todos). Al mismo tiempo, con cierta ironía, el nombre de Isaac (“se reirá”) es un recordatorio de la risa de Abraham (la primera risa registrada en las Escrituras, Gén. 17:17); es una risa de escepticismo, o tal vez de asombro. De cualquier manera, aunque creía en lo que el Señor claramente le había prometido, Abraham todavía luchaba por experimentarlo con fe y confianza.
¿Cómo podemos aprender a seguir creyendo incluso cuando, a veces, luchamos con esa creencia, como lo hizo Abraham? ¿Por qué es importante que no nos demos por vencidos, a pesar de los momentos de duda?