“Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (Gén. 32:28).
JACOB-ISRAEL
LEE PARA EL ESTUDIO DE ESTA SEMANA: Génesis 32:22–31; Oseas 12:3, 4; Jeremías 30:5–7; Génesis 33; 34:30–35:29.
La saga familiar de Jacob continúa, con sus cosas buenas y malas. Sin embargo, a pesar de todo, se revelan la mano de Dios y su fidelidad a las promesas del Pacto.Esta semana veremos más de Jacob, ahora que dejó a Labán y, al regresar a casa, tuvo que enfrentarse a Esaú, la víctima de la traición de Jacob. ¿Qué le haría ahora su hermano, tan gravemente perjudicado?
Afortunadamente para Jacob, en medio del temor de lo que ocurriría, el Señor Dios de sus padres volvió a aparecerle en un incidente que fue un precursor de lo que posteriormente se conocería como el “tiempo de angustia de Jacob” (ver Jer. 30:5–7). Y esa noche Jacob, el suplantador, se convirtió en “Israel”, un nuevo nombre para un nuevo comienzo, comienzo que finalmente conduciría a la creación de una nación que llevaría su nombre en su honor.
En otras palabras, a pesar de todo lo que sucede, las Escrituras relatan la historia de los patriarcas y su familia para mostrarnos que Dios es fiel en cumplir lo que prometió y que lo hará a pesar de que, a veces, al parecer su pueblo haga todo lo posible para impedir ese cumplimiento.