“Esto es para ustedes motivo de gran alegría, a pesar de que hasta ahora han tenido que sufrir diversas pruebas por un tiempo” (1 Ped. 1:6, NVI).
EL FUEGO DE PRUEBA
Un joven, al que llamaremos Alex, había vivido una juventud muy problemática: drogas, violencia, incluso algún tiempo en la cárcel. Pero luego, gracias a la bondad de un miembro de la iglesia local (a quien Alex había robado), el joven conoció a Dios y entregó su corazón a Jesús. Aunque todavía tenía sus problemas y luchas, y aunque todavía quedaban elementos de su pasado, Alex era una nueva persona en Jesús. Amaba a Dios y buscaba expresar ese amor al obedecer sus mandamientos (1 Juan 5:1, 2). En determinado momento, Alex sintió la impresión de que debía ser pastor. Todo apuntaba a eso. Estaba respondiendo al llamado de Dios, sin ninguna duda.
En la universidad, las cosas fueron bien al comienzo. Luego, una tras otra las cosas le empezaron a ir mal, y su vida comenzó a desmoronarse. Su fuente de dinero comenzó a agotarse; un amigo íntimo se puso en su contra con acusaciones que, si bien eran falsas, dañaron su reputación. Además, se enfermaba seguido; nadie sabía qué tenía, pero esto afectó sus estudios hasta el punto en que temió tener que abandonarlos por completo. Para colmo, tenía una lucha terrible contra las drogas, que se conseguían fácilmente en la comunidad local. En un momento, incluso cayó en ese asunto. Alex no podía entender por qué estaba sucediendo todo esto, especialmente porque estaba seguro de que el Señor lo había guiado hasta esa institución. ¿Se equivocó Alex en eso? Toda su experiencia con Dios ¿fue un gran error? Hasta los elementos más básicos de su fe estaban en duda.
Imagina que, en medio de esta crisis, Alex se te acerca y te pide un consejo. ¿Qué le dirías? ¿Qué experiencias personales has tenido que lo puedan ayudar? ¿Qué versículos de la Biblia usarías? ¿Cuán útiles podrían ser los siguientes versículos en esa situación? Proverbios 3; Jeremías 29:13; Romanos 8:28; 2 Corintios 12:9; Hebreos 13:5.
Casi todos los que siguen al Señor han tenido crisis durante las cuales se vieron tentados a dudar de la dirección de Dios. Lo importante en esas situaciones es aferrarse a las promesas, recordar la dirección de Dios en el pasado, y orar pidiendo fe y perseverancia. El Señor nunca se dará por vencido con nosotros. La pregunta para nosotros es: ¿Cómo hacer para no sucumbir a la tentación de renunciar a él?