“Por eso me afano, luchando con la fuerza de Cristo que actúa poderosamente en mí” (Col. 1:29, RVA 2000).
LA VOLUNTAD DISCIPLINADA
Uno de los mayores enemigos de nuestra voluntad son nuestros propios sentimientos. Vivimos en una cultura cada vez más bombardeada con imágenes y música que pueden apelar directamente a nuestros sentidos y desencadenar nuestras emociones (enojo, miedo o lujuria), sin que nos demos cuenta. ¿Con cuánta frecuencia pensamos en cosas como “¿Qué tengo ganas de comer para la cena?” “¿Qué tengo ganas de hacer hoy?” “¿Me siento bien comprando esto?” De esta manera, los sentimientos han llegado a estar íntimamente relacionados con nuestra toma de decisiones. Los sentimientos no son necesariamente malos, pero lo que siento con respecto a algo puede tener poco que ver con lo que es correcto o con lo que es mejor. Por cierto, los sentimientos pueden mentirnos (“Engañoso es el corazón más que todas las cosas” [Jer. 17:9]) y pueden crear una imagen falsa de la realidad, lo que nos hace tomar malas decisiones y nos coloca en un crisol de fabricación propia.
¿Qué ejemplos puedes encontrar en la Biblia en los que las personas tomaron decisiones basadas en sentimientos, y no en la Palabra de Dios? ¿Cuáles fueron las consecuencias? Ver, por ejemplo, Génesis 3:6; 2 Samuel 11:2 al 4; Gálatas 2:11 y 12.
Lee 1 Pedro 1:13. ¿Qué le preocupa a Pedro y qué quiere que hagan realmente sus lectores?
Pedro comprendió que la mente es el timón del cuerpo que controlamos. Si quitamos el control de la mente, seremos controlados por cualquier sentimiento que se nos presente.
Imagínate caminando por un sendero estrecho hasta la casa del Pastor. A lo largo del camino hay muchos senderos que conducen a diferentes direcciones. Algunas de estas sendas dirigen a lugares que no querríamos visitar. Otros senderos parecen tentadores; apelan a nuestros sentimientos, emociones y deseos. Sin embargo, si tomáramos alguno de ellos, nos saldríamos del camino correcto e iríamos por un camino del que podría ser extremadamente difícil salir.
¿Qué decisiones importantes enfrentas? Pregúntate honestamente: “¿Cómo puedo saber si baso mis decisiones en sentimientos, emociones o deseos y no en la Palabra de Dios?”